LA DECISIÓN
2023-05-30 Desactivado Por ElNidoDelCuco
Por ANDRÉS GARCÍA
La decisión es tuya, dijo ella mientras se alisaba el ambo verde y desviaba su mirada hacia otro lado, en un claro gesto de incomodidad. Un pozo negro de angustia se ataba a mi garganta en un nudo doloroso como un calambre. La sentencia era máxima, irreversible. La enfermedad había avanzado tanto que ya no podía caminar del dolor. Los calmantes ya no alcanzaban para aliviar el calvario y era solo cuestión de días o semanas…
La decisión era mía. La muerte estaba cerca, pero requería un camino de dolor y humillación. Mi decisión se vestía de parca para ponerle punto final a la vida de mi compañera, mi dulce Pelusa, que me miraba con sus ojos aguados como si sintiera el peso que me estaba aplastando por dentro. Acaricié su cabecita temblorosa mientras me abandonaba a un llanto convulsivo. La recordé cachorrita y juguetona, tan llena de vida. ¿Cómo se le puede hacer esto a un ser amado? Decidir sobre su vida o muerte. Es solo adelantar lo inevitable, es aliviar esos días de calvario, es hasta un acto de piedad y amor. No va a sufrir, se va a dormir y luego su corazón se detendrá para siempre, sin dolor. Frías explicaciones de la veterinaria para alivianar la culpa. Es lógico todo lo que me dice, pero no puedo dejar de verlo como una pena de muerte, no puedo dejar de preguntarme ¿por qué a mí, por qué simplemente no se murió mientras dormía por la noche? ¿Por qué la decisión debe ser mía?
Me la puedo llevar a casa y esperar que simplemente ocurra. Que la naturaleza haga lo suyo y que la muerte aparezca para cerrar el telón. Pero la estaría sentenciando a sufrir inútilmente para resguardar mi conciencia de una puñalada culposa. No puedo evitar sentir como un acto de traición esa pena de muerte. Tantas veces la lleve ahí para curarla o cuidarla y hoy la llevo a morir.
Mientras la veterinaria clava la aguja ella se resiste como en un último aliento. Esas últimas fuerzas sacadas de vaya a saber qué instinto de supervivencia me desarman completamente y estoy a punto de decir que no y de llevármela y abrazarla hasta que su cuerpito diga vasta. Sus ojitos aguados me miran como pidiendo explicaciones o quizás estén tristes de verme llorar tanto, o tal vez sea una forma de decirme que todo está bien… El cuerpo por fin se relaja y toda ella parece dormida. La segunda inyección hace que su cuerpo se sacuda un par de veces y después todo se desinfla de vida.
Hay que pagarle al que se ensució las manos y después irse con la capa de Judas a cuestas. Hacer un pozo en el fondo de casa y despedirse para siempre con el peso del remordimiento.
Hubiese querido que te mueras sola para llorarte sin culpa.
Pero la decisión fue mía.
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