TU LUCHA

          De repente Arthur se entera que fue abusado y lo había bloqueado de su memoria. Lo golpean, le quitan sus remedios, trabaja para un jefe que se queda con la mejor parte y lo ningunea. Y la madre le dice que su padre es millonario pero no lo pudo reconocer porque ocasionaría problemas. Y no importa cómo o de quién y cuándo. Consigue un arma y mata con ella, y mata también de otras formas, porque formas de matar, puestos a descubrirlas, hay cientos de ellas.

Y no está escrito en la trama que la sociedad lo juzgue, pero la “sociedad” sale del cine, y lo juzga de miles de maneras. Pero más o menos todas coinciden en algo, Arthur es un canto a la violencia. Esa no es la forma en que deben reaccionar los miserables, porque así, queridos compañeros y correligionarios, reaccionan los locos, y ahí es donde se olvidan los “jueces” que Arthur también está loco. Pero en el juicio, al dictar la sentencia, validan la reacción revanchista, acusándolo de actuar así porque le tocó nacer del lado de los miserables. Y todos los “jueces” saben que nacer en ese lado no está bueno. Pero aun así pretenden, que los que nacen allí, lo soporten estoicos.

 Entonces me pongo a pensar (porque esto se trata de una mera opinión) hasta qué punto somos marionetas, o cortamos los hilos, o tomamos las riendas de nuestras vidas tristes o alegres y  por qué un día cualquiera no decidimos que es lo mismo el borracho de la villa necesitado de urgente ayuda, que el bebedor social de Recoleta que se emborracha “porque puede y no le quita el pan de la boca a sus hijos”, que es lo mismo la piba de la villa que “muere” enfiestada que la piba de Palermo a la que matan en una fiesta. Que lo miserable no te quita lo humano y que todos somos el otro de alguien. Y hasta donde la lucha es meter los zapatos en el barro para arrimar una vianda de guiso repleto de carbohidratos para que los pobres pasen mejor el invierno.

Y porque no empieza antes, mucho antes de que el hambre suceda. Antes de que el miserable sufra, antes de que el miserable robe, antes de que el miserable muera, antes de que todos los jueces nieguen con sus sentencias que hay muchas, muchísimas más maneras en la miserabilidad de que un hombre se vuelva loco, y no importa cómo o de quién o cuándo consiga un arma y se suba a un edificio o a su propio sufrimiento para apuntar mejor y matar.

 Tu lucha para publicar tu librito de poesía que denuncia la pobreza en formato pedorro porque los tiempos son difíciles, no es la nuestra.

 Tu lucha para mantener la escuela que el gobierno abandonó pintándola con los padres de los pibes, no es la nuestra.

 Esta nota que escribo bajo el influjo de la lluvia, es mi opinión, no la nuestra.

 La verdadera lucha sería militando para que los asesinos de la cultura y la educación jamás prosperen en meter las narices donde se puede matar sin que siquiera te acusen de asesino.

 Porque ya sabemos que en el fondo, cuando no somos las víctimas, todos somos caritativos.