Y AHORA QUÉ TRUMAN
2019-11-06 Desactivado Por ElNidoDelCuco
Por ANDRÉS GARCÍA
“Aceptamos la realidad del mundo que nos presentan”.
Christof
Eduardo Galeano decía que la Utopía era como el horizonte. Te acercás dos pasos y se aleja diez. Y que para eso servía la utopía, para caminar.
Sin embargo el único hombre que alcanzó el horizonte fue Truman. Llegó allí donde el cielo y las aguas del mar se tocan, ese lugar que se aleja tan rápido como nos acercamos le cortó el camino al velero que había robado en el muelle para atravesar esas aguas que lo descomponían de miedo, de un miedo lleno de muerte y atado al yunque de la culpa, que arrastraba todo al desesperante fondo del mar. Hasta allí llegó luego de haber atravesado tempestades poseidónicas y haber desafiado al Creador. Casi muere ahogado por la furia de quien le había dado todo lo que tenía, que no había sido más que un escenario de mentiras y personajes guionados.
Hasta allí había llegado pensando en lo imposible, un imposible que floreció de una mirada, unos ojos sonrientes que lo miraban a lo lejos, un encuentro en la biblioteca, un ahora o nunca, un escaparse como cómplices de una travesura, un beso cálido y húmedo. El amor. El saberse eternos juntos. La trágica separación en aquel arrebato de la voz del padre que la acusa de loca y se la lleva al olvido. Todo porque la verdad se había abierto paso en sus palabras, una verdad que venía del amor, que se había encarnado en ella para traerle un mensaje y una esperanza. El mensaje era duro, había que desafiar todos los miedos y escapar de aquel teatro antidisturbios. Ella estaría esperándolo del otro lado. ¿Qué fuerza más grande que esa hubiese movido su voluntad de manera inmediata?
Truman llega allí donde se besa el cielo y el mar con una memoria reconstruida a pedazos, retazos pegados como un collage postmoderno, la voluntad de memoria alimentada por el amor de aquella desconocida que lo miraba como nadie lo había mirado nunca, que lo había besado con fuego y lo había hecho despertar dentro de aquella maqueta en donde se demoraba su vida. Una cachetada de darse cuenta.
La rígida telaraña que sostenía sus creencias comenzó a diluirse. Siempre hubo indicios del fraude. El Sistema tarde o temprano muestra la hilacha, siempre hay fallas y grietas que dejan a la vista los engranajes y las poleas del proscenio. Pero ella lo había hecho despertar rompiéndole la memoria de porcelana, haciéndole ver detrás de los astillados pedazos la otra memoria, que canta como una sirena desde lo desconocido. Hay que dejar todo. TODO. Dar lo que no se tiene. Mudar de piel. Es subir las escaleras al cielo y abrir la puerta, cruzar el umbral.
Del otro lado de la puerta no hay más verdad que en el mundo que yo creé para ti – le dice el Creador a Truman antes de que este cruce el umbral. Las mismas mentiras, el mismo engaño, pero en mi mundo no tienes nada que temer – volvió a insistir. Tienes miedo, por eso no puedes irte. Palabra de dios.
El miedo oprime sin armas ni ejércitos y te mantiene preso en tu pequeña celda por propia voluntad. Un arma perversa que pocos saben usar con eficiencia. Generalmente cae como el napalm y te quema hasta los huesos. El amor lo espera del otro lado del horizonte y el miedo lo separa como dos paralelas proyectadas al infinito.
Pero la memoria lo empuja. Una memoria Frankenstein, cocida y pegada como puede el deseo y las mañas. Una memoria nueva, llena de futuro, de miedo venturoso. Y ahora qué, se pregunta Truman parado en el umbral, el único hombre auténtico que habitaba aquel mundo estaba por abandonarlo. Nada de esto es real, le había reprochado al Creador; Tú eres real, dijo la voz. Había sido engañado toda su vida y ahora que sabía la verdad debía abandonar aquel mundo y aquella verdad. Las verdades que te transforman deben desecharse junto a la vieja piel.
Era fácil cruzar el umbral, pero qué tan fácil se abandona una mentira tan grande, tan grande que se ve desde el espacio. Cómo convivir con aquellos que celebraron el macabro show, cómo sería empezar en aquel mundo, que también habita las cavernas de Platón pero cree que el único hombre que fue engañado se llama Truman. ¿Había despertado para vivir en otro sueño lleno de gente que se cree despierta? ¿O acaso fuese como Sylvia, portador de un mensaje y una esperanza? Quién mejor que él que estaba cruzando del otro lado del espejo para despertarlos de una mentira y un engaño tan grande como el mismo mundo.
Y ahora qué, se volvió a preguntar. Ahora que terminó el show, mi tarea es despertarlos.
Saludó como lo hace un artista después del show, no para el público sino para despedirse de sí mismo.
Y cruzó el umbral.
Caminando.
Empujando un nuevo horizonte a lo lejos.
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