Dios los cría y ellos se juntan
2018-07-06 Desactivado Por ElNidoDelCuco¡NO TE LO PUEDO CREER! – Crónicas desde Washington
Algún tiempo atrás, recién estrenada esta columna, nos referíamos a los inicios de la administración del gobierno de Donald Trump y dejábamos para el tintero, en ciernes, el último párrafo en el que advertíamos del choque que, más temprano que tarde, se daría entre éste Trump y su vecino del norte, México. Hoy, con el advenimiento de Andrés Manuel López Obrador como el flamante presidente del país azteca, es el momento de volvernos a subir al bus imaginario y portador de las ideas, porque las historias nunca acaban y es hora de continuar.
Por Carlos G Suárez
Corresponsal de EL NIDO DEL CUCO en Washington DC
¡DIOS LOS CRÍA Y ELLOS SE JUNTAN!
Pues bien y se dio la vencida. Se dio la lógica y fue a la tercera porque, cuando uno porfía, a la tercera dicen…va la vencida. El histórico triunfo del candidato que aglutina y representa – por lo menos hasta donde lo dejen ser – a la izquierda de la nación de los charros, tendrá ante el pueblo que lo votó masivamente, ante la historia, ante el sistema y por sobre todo ante sí mismo el gran reto de la transformación social, el cambio, la regeneración de una sociedad desde su posicionamiento como candidato antisistema que fue el estandarte, si se quiere, de una emblemática nueva forma de hacer política. Pero ¿lo era de veras?
Andrés Manuel López Obrador, más comúnmente llamado AMLO por los medios, tabasqueño de nacimiento, 64 años a la fecha, fue alcalde de la ciudad de México en sus inicios como político y, precisamente por la filas del PRI (Partido Revolucionario Institucional) para luego, desencantado, pasar al PRD (Partido de la Revolución Democrática) y, finalmente, como todo caudillo terminar fundando y ser el líder de su propia agrupación política en la creación de MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional). Le fueron esquivas las dos veces que anteriormente se postuló a la presidencia, tanto en 2006 como en 2012 y en las que adujo le habían sido robadas las elecciones.
Lo cierto y muy probable es que, en México, un país gobernado casi tan milenariamente como su propia y convulsa historia por las élites, con el PRI a la cabeza lo que alguna vez Mario Vargas Llosa denominó la dictadura perfecta, el susodicho AMLO y su prédica de corte socialista, una retórica rabiosa y revanchista, levantaron las mil y un sospechas encendiendo las alarmas de políticas trasnochadas importadas. Se temía y estará por verse si AMLO no encarna una versión mexicana del desaparecido comandante y presidente venezolano, Hugo Chávez Frías.
Como sólo Dios y los imbéciles no cambian, a López Obrador – todo indica – las dos derrotas sufridas y los doce años de esas dos administraciones (una en manos del PAN y la otra del PRI en que México se sumió en la más profunda de las crisis sociales traducida en unos índices de criminalidad, violencia y corrupción como furgón de cola de los cárteles del narcotráfico coludidos a las más altas esferas de gobierno y del Estado) le enseñaron bien y pronto que el camino para llegar al Palacio de los Pinos debería pasar por un nuevo discurso, moderar ese talante suyo y a saber de sus críticos que lo tildan de dictatorial, dar el giro a una nueva re-ingeniería de sus propios usos y formas de hacer la política.
Se sabe que, en algún momento del gobierno de Enrique Peña Nieto, hubo acercamientos entre el PAN y el PRI para que Margarita Zavala fuese la candidata única de ambas fuerzas y así hacerle el pare en común. Se desconoce también por qué extraña razón hubo el rompimiento que a la postre llevó a la renuncia de ésta, con lo que el joven Ricardo Anaya pasaba a tener posibilidades reales. Es cuando entonces que las baterías del fuego venido desde el oficialismo hacia Anaya se convirtieron en una suerte de carambola a tres bandas, en que López Obrador se vio beneficiado en una subida imparable en las encuestas. Error de cálculo del PRI.
El persistente y tozudo político de cuño optó por el mensaje de la conciliación, del abrir las puertas y llamar a todo aquel que quisiera unirse a su proyecto de gobierno ante la pelea intestina en que se trenzaron los otros dos principales candidatos ya señalados. Y así AMLO, contra lo impensado, fue capaz de pactar hasta con el diablo. A su campaña se sumó gente a la que antes hubiera sido increíble dar crédito. Entre los grandes ejemplos está el empresario Alfonso Romo, que ha declarado que antes era contrario a AMLO y ahora, se estima, pueda ser su jefe de gabinete. También su coordinadora de campaña, Tatiana Clouthier, hija de Manuel Clouthier, quien fue candidato a la presidencia del Partido Acción Nacional (PAN) en 1988 y militando además ella misma en el partido de derecha hasta 2005. Por si fuera poco, la mayor polémica la causó la coalición formada con el Partido Encuentro Social (PES) de raíces evangélicas.
El reconocido sociólogo Roger Bartra, expresa que la sumatoria de AMLO y el PES es una unión que muchos consideraron contranatura. Dice aún más el experto: Como candidato esto le ha beneficiado para ampliar sus votos, aunque queda por verse cómo será en el gobierno. El presidente electo dio un viraje a la derecha tan grande que se acercó al viejo Partido Revolucionario Institucional.
Hay que recordar que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ha gobernado México setenta y siete de los últimos ochenta y nueve años, con sólo dos gestiones del PAN intercaladas. Este acercamiento al antiguo PRI le ayudó, por tanto, a captar simpatías de priístas descontentos con el giro tecnocrático del PRI actual. Finalmente, Bartra sostiene que AMLO es una nueva encarnación de la tradición latinoamericana del populismo.
¿Y el factor TRUMP?
Tan es la condena así, o propiamente tan encadenados yacen los destinos y vaivenes para bien o mal de México y EEUU que el voto castigo, tal y cual sucedió en el país al norte del Río Grande con la elección antisistema de Trump, se puede entender y explicar a la elección ahora de AMLO. Los dos, a su modo, son nacionalistas. El enfoque de la economía hacia adentro, el combate frontal a la corrupción de López Obrador o lo que vendría a ser el drenar el pantano de Donald Trump. No obstante, habrá que ver cómo se manejen en torno al tema y flujo migratorio, así como al candente TLC (Tratado de libre comercio o NAFTA) que, revisionismos más o menos, tiene con superávit al lado mexicano frente al estadounidense por el orden de los U$S 18.000 millones, sólo superado por China. Los dos encarnan posiciones extremas. La ultraderecha más conservadora y halcona vista desde tiempos de McCarthy, por un lado, y la izquierda más recalcitrante (aunque en apariencia apacible) se revista como moderada por parte de esta hora actual, post electoral en México.
Quién sabe si estos dos personajes, encontrados en teoría con más cosas que los separan que las que los puedan unir, encuentren como el Yin y el Yang, esa rara conjunción en que derecha e izquierda tengan que aprender a deglutirse mutuamente, ya que en esa extraña ciencia llamada política del arte de lo posible, solo es posible la supervivencia llegando al punto medio, al de la negociación, aunque en ese trance tengan que hacer ambos desde sus intereses políticos, la del malabarista que ha de quedar bien con los votantes de sus bases duras y lo que desean realmente hacer; tanto como debatirse entre el bien y el mal. Que Dios los cría y ellos se juntan.
Carlos G Suárez
Escritor y Periodista
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