Alemania y la Voluntad de Poder – MUNDIAL RUSIA 2018
2018-06-27 Desactivado Por ElNidoDelCucoEl fútbol es un deporte simple para el común de los mortales, pero también lo puede ser – cuando juegan los alemanes – una cuestión endemoniadamente filosófica de difícil entendimiento. Por tanto, es imposible hablar de la Die Mannschaft (la Selección Alemana) y no recordar a Nietzsche y Schopenhauer en sus disertaciones del poder de la voluntad, a tenor del partido ganado 2-1 frente a Suecia y al filo de la muerte.
Por Carlos G Suárez
ALEMANIA Y LA VOLUNTAD DE PODER
La tarde del 23 de junio de 2018 se jugó en el Fisht Stadium de la ciudad Rusa de Sochi, en el marco de la Copa Mundial de Fútbol, algo más que propiamente un match, acaso la práctica viva sobre un gramado verde de la más extraordinaria lección de la superación de uno mismo, pese a todas las contrariedades humanas, desterrando lo que puedan pensar o decir de ellos (los germanos) los demás y en donde, al hacerlo, hacen cara a su realidad y la asumen de tal modo que si tuvieran que vivir de nuevo infinidad de veces los mismos episodios existenciales lo harían, pues en ello radica su felicidad. En buen romance y en blanco y negro, lo que se da en llamar el Übermensch, Superhombre, más allá de otras interpretaciones y/o afinidades de conceptualización política.
Lo digo así abiertamente porque cabe la exaltación caprichosa y antojadiza de este servidor y, me van a perdonar (si no, no lo hagan) pero no puedo dejar, por lo menos desde mi particular óptica de catalogarlo así, de otorgar este ´´justiprecio´´ del valor a la fuerza del carácter, el coraje de la rebeldía, la templanza del ganador, el ejercicio in extremis del poder de la mente, de lo que ví y que, alguna vez, aquel tremendo jugador y goleador inglés, Gary Lineker, expresara con tan certera simpleza: Football is a simple game; 22 men chase a ball for 90 minutes and at the end, the germans always win.
Porque si no es así, dígame alguien entonces por favor ¿cómo es posible haber tenido al elenco sueco en más de una oportunidad en cada contragolpe a despecho de ese gol logrado por Toivonen, su centrodelantero, al minuto 32 del primer tiempo y no haber sabido poder liquidar a los alemanes? ¿Cómo entender qué café se pueden haber tomado los bávaros en el entretiempo? ¿O acaso Joachim Low – el entrenador teutón – se volvió Schopenhauer y, en quince minutos, les hizo de tan simple entendimiento a sus dirigidos el hecho de que el hombre en su totalidad es sólo el fenómeno de su voluntad y nada puede resultar más absurdo que, partiendo de la reflexión, querer ser algo distinto de lo que se es; o que el universo y todo está impulsado por una fuerza primordial de vivir, la voluntad de vivir, que impulsa a todas las criaturas vivientes a evitar la muerte y procrear, siendo este el aspecto fundamental de la realidad, incluso por encima del ser?
Es decir ¿era y había llegado el momento de sacar la casta, el fuste del campeón, la rebeldía omnisciente de la que hablé líneas arriba, esa sublevación a la muerte y el ser capaces una vez más, como tantas otras en selección alemana alguna, de reinventarse sobre la hora, sobre la marcha, en el segundo final, aún por encima de sus propias flaquezas y revertirlas en la más poderosa de sus enterezas? ¿Qué explicación le podía hallar cuando veía a un equipo alemán que, no jugando del todo bien pero tampoco siendo un desastre, con un jugador menos por doble amonestación del zaguero Jerome Boateng al minuto 82 y que, teniendo enfrente a los vikingos de Suecia, tan o más fuertes y altos, hasta el minuto 95 y fracción les aguantaba el empate a 1 dejándolos fuera del mundial y en ese postrero cobro de tiro libre indirecto, con una suficiencia y destreza de Toni Kroos, ponía el 2-1 final que los devolvía otra vez a la vida del campeonato mundial?
Por primera vez vi al imperturbable DT alemán gesticular pasándose la mano sobre la cabeza en gesto más que elocuente de nervios contenidos, tirando fieramente una botella de agua contra el piso al más puro estilo de un entrenador latinoamericano de cualquier equipo de 2ª división (para no decir ese equipo que todos llevamos dentro del alma de potrero) con la angustia en esa mirada fría pero al tiempo brillante del que sabe y presiente que una más va a ver que, al final del túnel, la luz se hará.
Es que, cuando de Wille zur Macht (Voluntad de poder) hablaba Friedrich Nietzsche, no lo decía en un perdido y vacuo poder físico o político separados, todo lo contrario: hacía referencia a un nuevo y creativo concepto, a la unión de Voluntad y Poder de estas dos variables. Esa tarde del 23 de Junio, también Bélgica le encajaba un 5-2 a Túnez, mostrando un atildado y preciosista juego; México le zampaba un trabajado 2-1 a los surcoreanos. Un día atrás Brasil, no sin tener que emplearse a fondo y sin convencer todavía, despachaba 2-0 a la Costa Rica del arquero Keylor Navas, el espléndido guardavallas del Real Madrid. Una revulsiva Nigeria de la mano de un tal Musa, un joven jugador hecho demonio en picardía y oportunismo, encauzaba a los suyos con un doblete frente al cuadro de Islandia y, de paso, le tendía un salvavidas para la última chance que habían de sortear los albicelestes precisamente contra los africanos, en partido de pronóstico reservado.
Insisto, aquella tarde estos resultados quedaban casi al margen, poco o nada importaban. Me quedé frente al TV y supongo que, como todo el mundo futbolero, pétreamente frizado entre la incredulidad y la sonrisa cómplice con lo que expuso la Alemania de Manuel Neuer, Marco Reus, Thomas Müller, Mario Gómez García y compañía. Aquella memorable tarde del 23 de Junio de 2018 había que volver a los libros de la filosofía pesada y dura, por lo menos a ese par de clásicos impresentablemente incorregibles, como imperdibles de cabecera. Había que entender al fútbol como representación de la voluntad de poder. Había que re-aprehender el significado de lo que es ser campeón.
Para los menos y más común de los mortales, simplemente volver a traer y poner sobre el tintero esta suerte de silogismo de Gary Lineker una vez más: El fútbol es un juego simple: 22 hombres corren detrás de un balón durante 90 minutos y, al final, los alemanes siempre ganan.
Carlos G Suárez, escritor y periodista.
Corresponsal especial desde Washington para El Nido del Cuco.
24 de Junio de 2018
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