Editorial de Cucos – 13 de Junio

Verde que te quiero Verde

        ¿Por qué un gobierno que llegó al poder exclusivamente para cercenar los derechos de la población en pos de sus ganancias financieras habilitó la discusión sobre la legalización del aborto? Es una incógnita. Ante un tema tan sensible puede decirse que el gobierno esperó tapar todos los desfalcos que está realizando por estos días o, por ahí, quiere ganar tiempo y que nadie hable de la inflación, de los precios, de los despidos, de las persecuciones a dirigentes, de la represión sobre los que protestan en la calle… por ahí pensaron: “metemos el aborto y tiramos hasta el mundial, ahí tenemos otro mes y si ganamos el mundial agarrate, le damos derecho hasta terminar con la CGT, los sindicatos y con la idea misma de organización”. Por ahí, pensaron eso.

Es que hace muchos años que sabemos que el liberalismo ha encontrado una forma de descomprimir tensiones sociales otorgando derechos individuales.  La meritocracia, el estar solos frente a las barreras que se nos imponen, ha hecho que, por un lado, los derechos colectivos (al trabajo, a la organización sindical, a todo lo que implique protección de los trabajadores) estén en franco retroceso y ciertas cuestiones como, por ejemplo, el  matrimonio igualitario o el consumo de drogas para fines recreativos hayan logrado aprobarse en algunos países. Por supuesto que éstas cuestiones son importantes y de difícil resolución, más si está la Iglesia en el medio, que desde fines del siglo XIX se ha opuesto a leyes que, por ejemplo, establecieron la educación pública y gratuita, el sufragio universal, el divorcio, el matrimonio igualitario y ha demostrado un gran poder de lobby sobre nuestros representantes. Nunca los poderosos otorgan derechos así nomás, todo hay que exigir, todo hay que reclamar.

También hay sobreactuaciones. Ahora resulta que si un diputado sale y declara que no hay que interponer las convicciones personales y pensar en la sociedad, hay que aclamarlo como si eso no fuera lo que debe hacer siempre como representante del Pueblo. ¡Claro que tenés que pensar en el bien común, zapato, no importa el tema que sea! ¿Pretenden que los felicitemos?

En el fondo, no importan las motivaciones del gobierno, no importa el oportunismo. No podemos pretender, como pretende cierta izquierda que también es blanca y pura, que las cosas sucedan impolutamente, idealmente. ¿Qué vamos a decir? ¿Que no hay que dar el debate por el aborto porque el gobierno quiere sacar un rédito político? ¿Qué esperan? ¿Que llegue un gobierno popular que sí este habilitado moralmente para dar ese debate?

No importa lo que el gobierno quiera, importa el derecho a decidir sobre el propio cuerpo porque todos sabemos que hoy, en Argentina, sobrevivir a un aborto es un privilegio de clase. De eso se trata siempre, de los privilegios que una clase detenta sobre otra, que es siempre la perjudicada, que siempre es la más numerosa a la cual ninguna de las leyes vigentes en este país defienden, porque sabemos también que esas mismas leyes están para proteger los derechos de esa clase a la que nunca, nunca, le va mal.

Más temprano que tarde lo nuevo triunfará, empujado ahora por el imponente movimiento de mujeres y eso es lo que debemos festejar: más allá del resultado de hoy, el sujeto histórico más postergado, discriminado y violentado de la historia ha surgido para quedarse, con la firme convicción de cambiar el mundo. Una revolución ha comenzado y tal vez nosotros, hijos del Patriarcado, no logremos verla concretarse pero está ahí, esperándonos en el futuro, dispuesta a destruir todo lo que signifique someter a muchos en beneficio de unos pocos.

¿Quién diría que, al final, los brotes verdes serían pañuelos?