OBSOLETISMO DINÁMICO
2023-10-19 Desactivado Por ElNidoDelCuco
Por ALEJANDRO PASCOLINI
Tanto el psicoanalista argentino Enrique Pichon Riviere (Ginebra 1907-Argentina 1977) como el antropólogo norteamericano Marshall Sahlins (Estados Unidos 1930-Estados Unidos 2021) realizaron en su obra una crítica despiadada y rigurosa a la ideología metafísica individualista.
Pichon se opuso tajantemente (especialmente al final de su vida) a la concepción innativista e instintivista de Sigmund Freud, cuestión que le valió la expulsión de la institución psicoanalítica que él había ayudado a fundar, entre otros problemas.
El cuestionamiento de Pichon Riviere a la teoría freudiana estaba basado en que Freud consideraba que en el humano habitan tendencias inmodificables y eternas que lo conducen, más allá de todo contexto socio histórico, a querer explotar y someter a sus semejantes.
Para el padre del psicoanálisis, si no fuera por los límites que impone la civilización, sería imposible todo modo de convivencia y proyecto colectivo ya que viviríamos en un clima de destrucción absoluto. Es decir, el interés personal a expensas de la reducción del otro no sería el efecto de una tendencia ideológica ni de intereses políticos y económicos que intentan perpetuarse, sino la expresión objetiva de un orden natural, con el cual habría que convivir pero no intentar modificar. Esta visión de lo humano, clínicamente hablando, tiene efectos claramente potenciadores de sentimientos de soledad y de aislamiento para quienes asisten a un tratamiento psicoanalítico, generando además en ellos una clara tendencia acrítica con respecto a los mandatos individualistas del sistema neoliberal imperante.
Si el ser humano es egoísta y cruel por naturaleza los procesos sociales por consecuencia deben regirse por la ley del “sálvese quien pueda”, generando la idea implícita de que las injusticias sociales deben ser toleradas, ya que forman parte del orden común de las cosas.
Por su parte Sahlins critica la lectura sesgada e ideológica que se realizó de la obra del naturalista inglés Charles Darwin (Reino Unido 1809- Reino Unido 1882) ya que este proponía que una especie se adapta mejor a un medio que otra, debido a que las características de esta, se relacionan en mejor medida para el logro de la sobrevivencia. Pero esta mejor adaptación no se logra por tener esta especie un “mérito” particular que la hace más virtuosa que aquellas que perecen en el mismo contexto, sino por poseer cualidades que de manera aleatoria hacen que sus necesidades vitales puedan concretarse en ese ámbito mejor que en otros.
El darwinismo social que critica Marshall Sahlins plantea que en la naturaleza, para sobrevivir, hay que expoliar al otro y que quien lo hace primero y mejor tiene el derecho y el deber de asumir el poder y someter a los demás.
Para la ciencia de la sociobiología que critica Sahlins, el ser humano intenta por todos los medios conservar y aumentar su propia información genética a expensas de los intereses de sus vecinos ya que, como buscan el mismo objetivo, son virtuales competidores.
La competencia entre humanos sería entonces la manifestación de esta cuestión esencial y biológica, que hace que todo ser intente por mandato natural eliminar al otro y prevalecer eternamente.
Estas visiones biologicistas e individualistas son refutadas por los autores que traemos a colación por el motivo principal de que presentan una visión de la sociedad inmodificable (el hombre es egoísta por naturaleza).
Pichon Riviere propone a la psicología social como la ciencia que atenta contra todo estereotipo que implique un obstáculo epistemológico (en términos de Gastón Bachelard) para la consecución de un cambio.
Toda concepción metafísica supone una esencia incambiable, la psicología social debe ubicar en cada época cuál es ese mandato natural que, distinto al de épocas anteriores, intenta sustituir la concepción de un ser eterno al estudio de las transformaciones de la historia.
Por eso la metafísica presente no es la de antes. Si bien la concepción esencialista de la realidad sostiene justamente que hay cosas que no cambian, esa misma idea de no cambio va modificándose de manera dinámica en cada momento histórico.
Nuestra tarea no es la de diagnosticar lo ya diagnosticado y pensar lo ya pensado, en una pereza mental acomodaticia y obsecuente de los intereses que realmente se juegan en el presente político. Nuestra tarea no es criticar lo que creían nuestros abuelos pensando que de esa manera alguien va a escandalizarse.
El trabajo es sondear en nuestra cotidianidad lo que nos hace creer que pensamos de manera correcta y progresista, pero en realidad nos hace meros repetidores de slogans que, como un clonazepan de discurso, nos duerme y nos alivia de la culpa de pensar distinto.
El obsoletismo dinámico del psicoanalista y psicólogo social Enrique Pichon Riviere es el concepto que da cuenta de que bajo el disfraz de la crítica a lo viejo en realidad se erige monstruosamente una vez más, lo viejo incriticado.
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