MONOSAPIENS

2023-10-19 Desactivado Por ElNidoDelCuco

 

 

 

 

 

 

 

 

Por ANDRÉS GARCÍA

     “A unos se les envejece primero el corazón y a otros el espíritu.

Y algunos son viejos en la juventud;

pero cuando se tarda mucho en ser joven

se permanece joven muchísimo tiempo.”

Friedrich Nietzsche

           

                 Cuando recuerdo a mis abuelos o a mis padres, todos muertos ya, los recuerdo como niños y niñas. Todos hemos pasado por el verdadero paraíso perdido: la niñez; sepultada en el olvido por la encarnación del Logos, con su esquema estructural resguardado por un muro ideológico. Los recuerdo pequeños para poder amarlos como merecen, para poder acunarlos en la nostalgia de la inocencia más pura que jamás haya existido. Los recuerdo pequeños para poder perdonarlos porque, ¿qué no se le puede perdonar a un niño? Perdonar es olvidar los rasgos estúpidos y mezquinos que desarrolla la adultez como un quiste sebáceo.

Vivimos en un mundo enfermo de vejez. Y aferrados a esa enfermedad pedimos a gritos un nuevo futuro, una renovación espiritual, una evolución social de políticas innovadoras y superadoras. Con viejos recetarios que huelen a naftalina, los tecnoburócratas ofrecen futuros prefabricados con planos fallidos. Ideas disecadas por el tiempo salen de sus bocas, tosidas con bronca. Los mismos que nos dejan un mundo peor que el que encontraron, acusan a la juventud de ir a la perdición. Ponen sus esperanzas en la educación de sistema carcelario. Asesinan la inocencia y la creatividad en esos centros de adoctrinamiento ciudadano. Hay que estar verdaderamente loco para salir ileso de todo eso.

Hay que reconocer que el ser humano a medida que envejece se vuelve más conservador. Ninguna revolución fue hecha por viejos. Los más osados se hacen reformistas. Por eso en todas las épocas de la historia se ha acusado a la juventud de subversiva y se han tomado medidas al respecto. Nada más preocupante para el Poder que un movimiento político lleno de jóvenes. Son los únicos que pueden llevar adelante un verdadero cambio. Por eso se desalienta tan fuertemente el interés y compromiso político en los más jóvenes, educándolos en el consumismo idiota y manteniéndolos a raya a través del miedo egoísta que produce la propiedad privada.

La humanidad está atrapada hace siglos en esa vieja telaraña del statu quo. Una maravillosa obra de ingeniería, lo suficientemente flexible para que no la parta cualquier viento ni la derrumbe un aguacero. Se adapta fácilmente a cualquier cambio y soporta el peso de la gran araña, que todo lo diseca como una eficiente taxidermista. Y cuando la gran araña es descubierta se pone otra araña en su lugar, pensando que esta cuidará de cualquier cosa que se pose en su tela.

No sorprende para nada esta nueva ola de “Libertarios” obnubilados por el odio y la ignorancia. Una banda tributo de lo más rancio y fracasado de la política. La araña disfrazada de mosca arrastrando a la gilada al centro de la tela. Profetas de un pasado renovado en la reivindicación. Agitadores de viejos odios. Yijadistas de saqueos y genocidios. Fanáticos propagandistas de la santa meritocracia. Parecen re piolas pero tienen menos calle que Venecia. Parecen lo nuevo pero son más viejos que las momias de Egipto.

Llegamos al colmo de la vejez. La reivindicación de todos los fracasos y atrocidades. El agotamiento y la desesperanza de generaciones engañadas por telarañas de colores y promesas que siempre desembocan en el pasado. El miedo a patear el tablero y dejar a los jóvenes que se equivoquen a su manera, que dejen de abrazar a la araña que les diseca la vida.

Por eso recuerdo a mis padres y abuelos como niños y niñas. Una imposibilidad que me permite valorar lo viejo desde otra perspectiva. Con ternura. No se trata de censurar el pasado ni de prender fuego las escuelas. Es poder entenderlo sin odiarlo, sin tocar la telaraña que disecará todo otra vez. Poder acunar la nostalgia sin reivindicaciones. Poder perdonar lo viejo, porque perdonar es olvidar los rasgos estúpidos y mezquinos que desarrolla la adultez como un quiste sebáceo. Dar un salto evolutivo que termine con el Monosapiens. Hay que volver a jugar, a reír, a divertirse, a bailar, a ser felices. Es lo único que nos mantiene jóvenes. Es lo único que mata a la gran araña y rompe la tela. 

 

Como un niño en el zoológico mira a un mono: así nos verán las generaciones futuras. Con una mezcla de ternura y gracia. Riendo, pero no burlonamente, sino más bien con la gratitud de haberse sacado de encima ese traje viejo y odioso que mantenía a la humanidad en cautiverio.

Es hora de tejer el capullo que posibilite la metamorfosis de este gusano en mariposa. ¿Qué significa esta negación estúpida de querer aferrarse al gusano? Preguntémosle al niño, algo debe saber…

  

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