MALA SUERTE

          Furibundo Tempo todavía deambula por la memoria de algunas personas, muchas de ellas, ocasionales oyentes de clases de historia o de insólitas anécdotas, pero por lo que más se lo recuerda es por su increíble mala suerte. El viejo profesor supo dar cátedra en tugurios y garitos, el azar fue su debilidad y hablaba de sus desventuras con las cuestiones lúdicas. “Debo confesar que he jugado a la quiniela, por un tiempo lo hice con regularidad, nunca pude acertar un número a las tres cifras, para mi es una sensación desconocida. Ruletas, dados y bingos solo me dieron frustraciones. Jamás me gustó jugar contra otra persona, prefiero el anonimato de bancas inescrupulosas. Una noche, después de varias ginebras y una extraordinaria disertación de un burrero, firmé un pacto, la gilada dice que con el diablo…”

Bandera verde, media cabeza, hocico, ventaja mínima… molestó, subieron la amarilla, 1’12” en la 4ta pesada, le saltó el frasco… Es un dialecto solo para entendidos de un deporte con mala prensa. Don Tempo fue un concurrente infaltable de San Isidro, el circo norteño lo recibía los miércoles y sábados con su alfombra verde. Lo cierto era que su entredicho con la suerte no había cambiado, es más, parecía haberse acentuado su enemistad con los animales que ganaban. Perdió de todas las maneras posibles, el colmo fue cuando cerraba una cuaterna millonaria, en esa carrera tenía a todos los caballos, la carrera se suspendió por una extraña niebla que con paso lento y espeso cubrió todo San Isidro. El deporte de los reyes es una rara alquimia; mezclas de antecedentes, genética, destreza del jinete y también depende el resultado de la carrera de cuestiones exógenas al animal, una mala largada, un pechazo en el codo, la perdida de la fusta. Tempo siempre fue un estudioso, la actividad con él no tuvo secretos, sabía casi todo, sin embargo, no acertaba. Parecía una lucha mano a mano con la suerte, el conocimiento que había adquirido el profesor acorralaba seriamente a la racha perdedora. Cuando finalmente la mala suerte había agotado todos sus recursos, asomaron desgraciados acontecimientos, primero una rodada sin más consecuencia que un revolcón del jockey. Después de una apuesta, a la que la cátedra llama salvadora, Furibundo parecía iba a quebrar la mala racha, el pura sangre, con genética inigualable, que había ganado tres en fila, entraba al derecho, al frente, por varios cuerpos… Fue un grito, una sombra que pisó el animal, vaya uno a saber, lo cierto es que se asustó y rompiendo la empalizada cortó campo para el lado del lago. Al jockey se lo llevaron en ambulancia, el potrillo quedó tirado sobre un costado con una pata quebrada, lo sacrificaron con un balazo en la cabeza.

Furibundo Tempo enfrentó dos veces más la misma situación y no pudo más que relacionar la muerte de esos animales con su puja con la suerte, la cosa había llegado a niveles insostenibles, no podía arriesgar ni una sola vez más, la mala suerte había entrado en una nueva dimensión. Al viejo profesor no se lo vio más en el hipódromo. La mala suerte había ganado una enorme batalla, tuvo que utilizar la pena de muerte, pero la verdadera victoria la había logrado con el auto-exilio del profesor, que, también es una manera de condenar a muerte a alguien.

ALEJANDRO BRAILE

Director