TITULARES DE TIZA

TITULARES DE TIZA

26/02/2022 Desactivado Por ElNidoDelCuco

 

 

 

 

 

 

 

 

Por ARIEL STIEBEN

¿Lo huelen? . Es el olor de los canallas. Pero también de la verdad. Hay olor a tinta. 

Brillante, salvaje, desbordado, intoxicado de todos los modos posibles, Hunter Thompson fue uno de los hombres que registraron su época para la historia. Experimentó con las drogas y se sumergió en el corazón de la banalidad americana, registró los vaivenes políticos de la era del rock, cubrió las marchas contra la guerra de Vietnam y la campaña de Nixon en el ’72. Exploró con sorna la tradición y echó luz sobre la violencia del pacifismo. Todo con una voz y un estilo que metieron al periodismo en la historia de la literatura.

 

Hunther Thompson, el hombre que de un balazo perforó una de las mentes más brillantes de su generación: la suya.

La vida se ha vuelto inconmensurablemente mejor, desde que me vi obligado a dejar de tomarla en serio.

La vida de Hunter Thompson, como su obra, fue un alarido largo y salvaje de libertad y parodia – alimentada por las drogas – de todas las convenciones sociales que comenzaron en los ´60. Sin embargo también fue parte de una tradición centenaria de las letras norteamericanas , la tradición de Mark Twain, Artemus Ward y Petroleum V. Nasby , escritores humorísticos que le agregaron a la comedia humana un nuevo capítulo en la historia de occidente y escribieron de un modo que era parte periodismo y parte memorias personales, combinada con los poderes de una invención salvaje y una retórica aún más salvaje inspirada en la bizarra exuberancia de una generación joven.

Ninguna categorización abarca esta nueva forma, excepto la palabra inventada por el propio Hunter Thompson: periodismo gonzo. Un subgénero del nuevo periodismo que pone al periodista en el centro de la historia, por intermedio de narraciones donde se mezclan la realidad, las alucinaciones y la ficción. Truman Capote fue el precursor en los EEUU con A sangre fría en 1959.

 Odio tener que sostenerme en las drogas, el alcohol, la violencia o la locura ante cualquier persona, es lo que siempre ha funcionado en mí

“Toda mi vida , mi corazón ha estado buscando algo que no puedo nombrar”, escribió en 1966 y es precisamente esa búsqueda la que lo llevó a La Gran Caza del Tiburón en Cozumel (La Gran Caza del Tiburón, 1979) a una carrera desenfrenada (Miedo y Asco en Las Vegas , un viaje salvaje al corazón del sueño americano, 1971) a diseccionar el Derby de Kentucky (El Derby de Kentucky es decadente y depravado, 1970) a las descontroladas fiestas de Ken Kessey, a los viajes de ácido y éter, así como lo que le hizo conducir durante más de un año una Harley Davidson rodeado de violadores, ex convictos y delincuentes y algún que otro compañero decente que decidió la misma aventura como estilo de vida. (Los Ángeles del Infierno, una extraña y terrible saga, 1966).

Thompson fue un torbellino de ideas incontrolables, que generaba tanto dinero, polémica y publicidad, como problemas y costos de reparación por donde quiera que pasaba. 

No son muchos los que en el periodismo y en la literatura proclaman abiertamente el consumo de drogas, hasta convencer a sus lectores que esto es necesario para poder desarrollar sus crónicas y reportajes. Sin drogas H.T. nunca hubiera sido lo que fue. 

Fue esta actitud la que le permitió trasladar a sus textos y la que le llevó a todos sus seguidores también, a viajar junto a él , mientras aumentaba su fama de drogón inconsciente y temerario. Si bien sus relatos son meramente subjetivos, lo que el lector está buscando en ese tipo de textos no es la verdad, sino la experiencia, la cual muchas veces es más esclarecedora que la verdad objetiva.

 

El héroe, por más que fracase, es ético. Su fracaso lo vuelve más ético.

 

Ese trabajo nunca es superficial ni narcisista. Thompson fue un gran escritor y un enorme crítico de la sociedad norteamericana de la segunda mitad del siglo XX. Diseccionó su política, economía y cultura de manera impiadosa y con argumentos y principios que lo llevaron a escribir contra la campaña de Nixon y también a poder criticar a la clase alta americana:  los banqueros, los magnates y los empresarios.

Los seres humanos son las únicas criaturas que proclaman tener un Dios, y los únicos que actúan como si no lo tuvieran.

Sin embargo, también escribió sobre la base social, el gran rebaño de la clase media y la América inculta y analfabeta. Se metió de lleno en la marginalidad suburbana, en los barrios de los desclasados y apartados del país. Se puso del lado de los apestados, de darles la voz que ellos no supieron construir.  Dejó constancia de que, así como existía una realidad aceptada, también había una fisura en la sociedad donde los perdedores, los delincuentes que tanto debate y miedo generaban, eran la herida de un país que se proclamaba la tierra de la libertad. Su trabajo no fue cubrir los acontecimientos, sino lo que los acontecimientos generaban a su paso por el tejido social.

La vida no debería ser un viaje hacia la tumba con la intención de llegar a salvo con un cuerpo entero y bien conservado, sino más bien llegar derrapando, entre una nube de humo, desgastado y destrozado.

 EL ESTRATEGA DE LA PERIFERIA

Miedo y Asco en Las Vegas fue llevada al cine por Terry Gilliam y mostró una soberbia actuación de Johnny Deep que todavía no desparramaba pochoclo vestido de pirata.  Siempre recomendamos esta película junto a un par de botellas a distancia prudencial. 

Al igual que William Burroughs o Antonio Escohotado, H.T. utilizó su cuerpo como un laboratorio y lo puso al servicio de las historias que iba a contar. Esas prácticas rompieron la ortodoxia periodística del momento y de la mano de su excentricidad creó esa nueva forma de periodismo.

 

Como todos los escritores de su generación, Hunter Thompson abogaba por conectar al ser humano con una experiencia extrema en una sociedad anestesiada por el consumo después del horror de la guerra. Y sobre todo por revolucionar la literatura estancada en parámetros victorianos, por dar una imagen más realista del país que las que mostraban la literatura y los medios costumbristas, donde la nueva prensa era una nueva forma de conciencia y escritura, y la sinceridad con lo que se veía y vivía. 
 

Si bien la primera generación periodística americana había escandalizado por su coloquialismo y sus temáticas que atentaban contra las buenas costumbres, la segunda generación provocaría un escándalo mayor por esa escritura directa, ese inglés casero con el que escribían y porque desnudaban aquello que avergonzaba; la multiplicidad racial, la pobreza, la noche y los excesos, la nostálgica vastedad del plasma urbano, todo lo que afeaba la puritana construcción de la identidad nacional. 

Las crónicas de Hunter Thompson siguen siendo hoy una aproximación ineludible a la cultura americana, la forma de vida de una sociedad en permanente recambio y decadencia, pero también es una radiografía de un grupo de personas que buscó otro modo de transitar el mundo. Desde intelectuales, locos, drogadictos , artistas de vanguardia y fiestas que duraban varios días entre bares y departamentos, ciudades luminosas, clubes de jazz y callejones nocturnos, todas esas imágenes están plasmadas en las páginas de sus libros.

Cuidado con buscar metas, busca una forma de vida. Decidí como querés vivir y luego decidí que podés hacer para ganarte la vida dentro de esa forma de vida.

La prensa es una banda de miserables crueles. El periodismo no es ni una profesión , ni un oficio. Es una trampa barata para los pelotudos y los inadaptados; una puerta falsa en la parte de atrás de la vida, un agujero sucio y lleno de orina impregnada, pero es lo suficientemente profundo para que un borracho se acomode en la vereda como un chimpancé en la jaula de un zoológico.

 El periodista descarriado, después de todas las travesías de LSD y cocaína, de publicar libros, de ser cronista de Playboy, Time, Rolling Stone, The Nation, de postularse como candidato bajo los mandatos del Partido Freak Power, en el cual prometió la despenalización de las drogas si ganaba, y vaya a saber que cosas más, decidió que su vida tenía que acabar. Hunter Thompson se pegó un tiro en la cabeza en Febrero de 2005.

En una carta de despedida que tituló ‘La temporada de fútbol ha acabado’ esgrimió los argumentos que lo llevaron a apretar el gatillo; “No más juegos. No más bombas. No más paseos. No más diversión. No más nadar. 67 años, pasaron 17 años del límite autoimpuesto. Son 17 años más de lo que yo quería o necesitaba.  Aburrido. Estoy siempre insoportable. No soy divertido para nadie. Te estás volviendo codicioso. Compórtate de acuerdo a tu avanzada edad. Relájate, aprieta el gatillo. No te va a doler”.


Después de incinerado, sus cenizas fueron lanzadas por un cañón desde lo alto de una torre con el puño de dos pulgares en alto, símbolo del periodismo gonzo.

  

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