MEDITERRÁNEO
2021-07-14 Desactivado Por ElNidoDelCuco
EDITORIAL
AÑO 3 – N° 19
Quizás porque mi niñez,
sigue jugando en tu playa,
y escondido tras las cañas,
duerme mi primer amor.
Llevo tu luz y tu olor,
por dondequiera que vaya.
Y amontonado en tu arena
guardo amor, juegos y penas.
No hay una pintura tan precisa y emocionante como esta canción de Joan Manuel Serrat. Es difícil ignorar la envidia que produce este abrazo eterno entre el hombre y su lugar, el que lo vio nacer. El poeta anda por el mundo contando sentires que no tienen explicación en los diarios, que son comprendidos por los que miran el horizonte buscando su destino. A veces, al tipo, sin apelar a la poesía le alcanza con contar algunos secretos, esos que tan celosamente guardan el mar, el sol, el viento…
Uno sospecha que Serrat escribió “Mediterráneo” al sólo efecto de recordarse toda la vida de dónde era y cuán profunda es la raíz que acompaña al trovador a todos lados.
A veces, cuando estoy triste porque mi Buenos Aires querido muestra su rostro más injusto, escucho la canción de ese mar y me dan muchas ganas de haber nacido en sus playas. Después me doy una vuelta por lo que queda del barrio y se me pasa.
Yo, que en la piel tengo el sabor,
amargo del llanto eterno.
Que han vertido en ti cien pueblos,
de Algeciras a Estambul,
para que pintes de azul,
sus largas noches de invierno.
A fuerza de desventuras,
tu alma es profunda y oscura.
De los 272 millones de personas que migran en el mundo, una buena parte prueba cruzar este mar de alma profunda y oscura. Es entonces cuando uno entiende “el sabor, amargo del llanto eterno. Que han vertido en ti cien pueblos…”
Es desgarrador ver las playas tapizadas de uniformes esperando a personas que llegan casi muertas, nadando o abrazadas a un improvisado salvavidas. Muchas son devueltas a su origen, donde los espera el hambre y en algunos casos directamente la muerte. Otros son encarcelados, sometiéndolos a un miserable destino, peor que el que traían. Es el mismo mar, la misma playa de la que habla Joan Manuel.
Déjeme contarle que Mediterráneo es una canción que está incluida en el disco que lleva su nombre, editado en 1971. Por voto popular, en 2004 fue elegida la mejor canción de la historia de la música popular en España y en 2010 fue elegida la mejor canción del pop español por la revista Rolling Stone.
A tus atardeceres rojos,
se acostumbraron mis ojos,
como el recodo al camino.
Soy cantor, soy embustero,
me gusta el juego y el vino,
tengo alma de marinero.
Qué le voy a hacer, si yo,
nací en el Mediterráneo,
nací en el Mediterráneo.
Nunca como en este caso se pone de manifiesto la potencia poética. La obra es tan hermosa y es tan difícil abstraerse del sentimiento que trasmite, que el que la escucha no puede dejar de pensar en ese lugar. La descripción es tan prometedora que uno se jura que algún día conocerá ese lugar, es más, uno piensa que es una invitación. El poeta no lo sabe, pero ha sembrado una semilla que se convertirá en el norte de muchas personas, que siguen pensando que algún día…
Y te acercas, y te vas,
después de besar mi aldea.
Jugando con la marea,
te vas, pensando en volver,
eres como una mujer,
perfumadita de brea.
Que se añora y que se quiere,
que se conoce y se teme.
Algo tendremos que hacer, no se puede jugar con los sueños de la gente. En este caso, si no hubiese existido esta canción, a muchos de los que fueron rechazados más los que murieron en el intento por conocer y disfrutar del Mediterráneo, jamás se les hubiese ocurrido jugarse la vida por estar, al menos un rato, en esa tierra “que se añora y que se quiere, que se conoce y se teme”.
Llama la atención la imprudencia del poeta, hacer este tipo de obras sin coordinar con las autoridades de los lugares que describen. Es, al menos, temerario. Nos dibujan en la cabeza paisajes con alma y cuando nos convencen de que en ese lugar se puede ser feliz nos dicen que no podemos ir, claro, nosotros no podemos ir, los pobres, los miserables, los que no tenemos nada. Es en ese momento cuando nos preguntamos para quién escribe el poeta.
Entonces llega el día en que no tenemos nada que perder y da lo mismo morir en el barro de nuestra miserable aldea, o en el mar Mediterraneo.
Ay, si un día, para mi mal,
viene a buscarme la parca.
Empujad al mar mi barca,
con un levante otoñal,
y dejad que el temporal,
desguace sus alas blancas.
Y a mí enterradme sin duelo,
Entre la playa y el cielo.
ALEJANDRO BRAILE
Director
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