JOKER, PARASITE Y LOS OSCAR

JOKER, PARASITE Y LOS OSCAR

2020-02-25 Desactivado Por ElNidoDelCuco

 

 

 

 

 

 

 

 

Por RICARDO MALDONADO

                 Quizás el propósito de la crítica no sea calificar, lo que obliga a unificar la complejidad de una obra en un signo único e inequívoco, sino señalar algunas de las situaciones que quien critica considera importante observar, arriesgar algunas ilaciones posibles de esas situaciones, y, en última instancia, y quizás ésta sea la cuestión a la vez más productiva pero más ímproba, proponer en esa obra el encuentro con alguna alegoría o idea general. Por otro lado estas inferencias, dado que el material sensible que es la materia de toda obra artística renuncia a lo categórico en beneficio de la sensibilidad, se ofrecen como probables, nunca como certificadas. Pero existe cierto rigor indispensable, en hacer que cada metáfora leída se soporte en elementos existentes en la obra. Hay un punto límite que no se puede traspasar: suponer más de lo que la realidad de la obra ofrece.

Los Oscar ofrecieron un lugar preponderante a dos películas, Parásitos y Joker, a los que se les ha asociado a una visibilización de la desigualdad. No hay que dejar de tener en cuenta que Joker es una producción de DC Films, distribuida por Warner y con un presupuesto de 55 millones de dólares, o sea, nada indie. Y Bong Joon-Ho no es un nene de pecho para los negocios sino un tiburón, su obra Snowpiercer revolucionó los sistemas de distribución al pasar más rápido que ninguna otra de los cines a las trasmisiones bajo demanda (VOD) y en 2017 su obra Okja creó una polémica en Cannes por las disputas entre las presentaciones en salas y en streaming. O sea que viene marcando las nuevas modalidades de la industria desde hace tiempo[1] .

Joker es una película que se comenzó a pergeñar en 2017 y se comenzó a filmar en setiembre de 2018, mucho antes de que estallaran Chile, Ecuador, Bolivia, Líbano, Irak o Irán, incluso antes de la irrupción de los chalecos amarillos. La película contaba con cierto público cautivo, ya que es una precuela de las anteriores de Batman, que debía narrar, precisamente, el origen del Guasón.

La estructura de la película recurre a la inmovilidad. Al comienzo el protagonista está en una entrevista con un mujer negra del servicio social, al final también está en una entrevista con una mujer negra en una situación similar, sólo que esposado y encerrado en un psiquiátrico. Los negros parecen estar en posesión de lo que él necesita: tratamientos, más medicación, la historia clínica de la madre, e incluso amor. Pero no se lo dan, en realidad no pueden dárselo porque Arthur Fleck, el protagonista, desconoce los caminos comunes y sociales para obtenerlo. También los latinos están del otro lado, son los que se mofan de él (que publicita con el cartel al revés) lo roban y cuando los persigue, lo muelen a palos. Y los blancos ricos están contra él, cuando les interrumpe una escena en que acosan a una mujer, pero sin haber decidido hacerlo, ni medir las consecuencias. Arthur no establece bien los efectos de sus actos porque, hay que decirlo, Arthur está loco. Por eso, en una actitud pedagógica algo excesiva, todas las escenas en las que alucina son vueltas a exhibir sin el elemento alucinatorio para que nadie se confunda.

Negros, latinos, blancos ricos, podría ser la historia del blanco pobre y su resentimiento. Pero Arthur está loco. Claro que es un loco acondicionado por la estética habitual de la industria cinematográfica de EEUU. Un loco “producido” por atropellos, traumas y vejaciones evidentes, registradas y públicas. Este modelo de locura a la que se le ha quitado toda sutileza y complejidad también deja simplificada la respuesta a su sufrimiento: la reacción, la catarsis, la venganza. Queda conjugada la estetización irracionalista y romántica de la locura con la explicación simplista y conductista de sus causas[2]. Arthur sufre mucho, ni un minuto de felicidad en su vida tuvo. Y pide más medicación que el sistema de seguridad social le niega. Y comete errores que le cobran en constante y sonante. Entonces por error encuentra su forma de resarcimiento: matar a los que cree que lo jodieron.

Todo eso empeorado por una ciudad en situación crítica. Por un lado, por la clase obrera que tiene una presencia invisible. No se recoge la basura y su intervención se expresa en producir mugre, ratas y tifus. Por otro lado, por el desprecio de los millonarios por los perdedores (“payasos” los llama Thomas Wayne[3], el candidato a alcalde que les asegura que él es el único que los puede sacar de esa situación); sabemos que están allí en la ciudad, y que ellos son los que están hartos. Pero Arthur no sabe nada de esto, a él sólo le interesa hacer reír, y luego, su nueva fuente de satisfacción (más efectiva) matar a los que siente que lo injurian.

Pero el fondo social no es la realidad de la película, la realidad es el delirio de Arthur, por eso lo que vemos, el protagónico de la trama le corresponde a la locura, a la locura de rebelarse para decirlo con más precisión. Una rebelión sin causa porque a Arthur no le interesa la política. Y los que concurren al ayuntamiento con su careta de payaso, son, en la película, provocados por Wayne, y dirigidos por Arthur.

Claro que no se puede negar que la ciudad estalla en una violenta revuelta contra los ricos, pero justamente este estallido que sólo es el telón de fondo de la locura, es expuesto como locura, y termina como locura. Luego del éxtasis en el capó del auto las instituciones se rehacen y la locura vuelve a su lugar. Arthur está internado, y aunque vuelve a matar y escapará, su futuro es la delincuencia, no la redención social.

En ambas películas, si por un lado el contenido expone la desigualdad social y acciones en su contra (individuales o explosivas), por otro la forma es una circularidad descendente, los finales no exponen la escena inicial re significada, sino que muestra que todo el circuito es un retorno devaluado, que hacer algo tiene un costo alto y ninguna posibilidad de cambio.

La entrevista de Arthur con una mujer negra detrás del escritorio, al comienzo y al cierre de Joker, y la ventana del semisótano con medias colgando que abre y cierra Parásitos, repiten la misma lógica estructural: sugiere que intenten lo que intenten, aún siendo justo, lógico, necesario, van a terminar en el mismo lugar pero peor. Con las manos esposadas, o con algún familiar muerto. Si son locos (como Arthur) o muy audaces (como los Kim) quizás se tiren el lance. Pero las películas nos anuncian, como presumen los ideólogos burgueses[4], que no hay ninguna salida, sólo un girar en torno al mismo punto. No se trata de negar la miseria, la desigualdad o los problemas económicos. Hoy eso está desprestigiado por irreal, se trata de incidir en otro punto, de machacar en la imposibilidad de triunfar, en la locura de intentarlo. Parecen decirnos que no se puede ganar. Si quieren hagan lío, pero nunca van a ganar. Mejor, ahórrense el esfuerzo y el sufrimiento. Si necesitan un estallido catártico, para eso está el cine. Es claro que el mundo anda mal, expurguen su enojo así, porque toda rebelión vuelve al punto de partida, pero lastimada. Vale la pena ver ambas películas y reflexionar sobre su forma, ¿es cierto que no se pude ganar? ¿Es verdad que es una locura?

Dos cosas que suceden en estas películas nos interesan para la lucha socialista: por un lado si la desigualdad se sostiene firmemente en la pasividad de los explotados, por otro la posibilidad o no de triunfar. Los levantamientos sociales van mostrando una respuesta posible a la primera: las clases trabajadores mantienen su potencial revolucionario. Es clave la respuesta a la segunda porque la falta de confianza en la posibilidad de cambiar el mundo, que refleja la forma de ambas películas es el equivalente a la afirmación de que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, como dijo alguna vez Jameson. Pero no olvidemos que lo que es fácil o difícil de imaginar tiene como una de sus fuentes el arte, y su elaboración crítica. Ambas premiadas películas nos dan una media respuesta: no de manera individual, no de manera desorganizada. Entonces sus antónimos también están sugeridos: se puede ganar como clase y organizadamente.

 

 

[1] “Envalentonados por los crecientes derechos democráticos del país y llenos de efectivo de los chaebols (grandes conglomerados familiares), un grupo de autores liderados por el trío Bong Joon-Ho, Kim Ji-woon y Park Chan-wook se levantó en los años 90 (..) Pero fue Bong, en particular, quien trazaría un camino hacia el estrellato internacional a través de un conjunto de opciones estratégicas inteligentes.(…) En 2013, Bong llegó a Hollywood con Snowpiercer, su primera película en inglés, lo que causó sorpresa por ser una de las primeras películas que se transmitió poco después del estreno en cines. En 2017, su película bilingüe Okja causó un escándalo en Cannes cuando los miembros de la audiencia se opusieron a la inclusión de una producción de Netflix en el festival”

https://time.com/5779940/parasite-best-picture-oscars/…

 

[2] “No será el temor de la locura la que nos hará bajar las banderas de la imaginación” escribió André Bretón. La locura antes de los psicofármacos (Bretón tuvo una temprana relación con la medicina y trabajo en hospitales psiquiátricos, conocía de que hablaba) causaba temor, no simpatía.

 

[3] No hay que confundir a Wayne con Trump, aunque ambos, en la ficción y la realidad, defiendan al capital, el discurso de Trump es antagónico con el desprecio discursivo, por el contrario ensalza el “trabajo americano”:”¡Hemos terminado la guerra contra los trabajadores estadounidenses, hemos detenido el asalto a la industria estadounidense y hemos lanzado una prosperidad económica como nunca antes habíamos visto!. (…) Queremos que los incentivos creados por nuestras políticas impositivas, comerciales, regulatorias y energéticas sean pro-crecimiento, pro-trabajadores y 100% pro-estadounidenses”

https://www.voanoticias.com/a/trump-hemos-term…/5162809.html

 

[4] “Esta vertiente se aleja definitivamente, cuando se verifica que el asunto marxista no constituye corte alguno (la salida del capitalismo permanece por ahora innominada en forma indefinida) (…) Las guerras que vienen no objetan al capitalismo sino que discuten su modo de habitarlo” Jorge Alemán https://www.telam.com.ar/…/94142-el-discurso-capitalista-se…

 

  

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