DE LA GUERRA FRÍA A LA GUERRA CONGELADA
2019-11-05 Desactivado Por ElNidoDelCucoPor SERGIO DI BUCCHIANICO
“… la ley nace de las ciudades incendiadas, de las tierras
desvastadas, la ley nace con los inocentes que agonizan
al amanecer…”
Michael Foucault
El termino guerra fría fue acuñado por el periodista y miembro de la delegación de los EE.UU. en la comisión de energía atómica de la ONU en 1946, H. B. Swope, para definir un periodo de enfrentamiento no bélico entre los EE.UU. y URSS. En un marco de profundos desacuerdos entre ambos países por la no proliferación y desarrollo de la bomba atómica -además de la rivalidad ideológica entre capitalismo comunismo- dicha caracterización parece ser un prisma por el cual observar, cómo dos potencias aliadas en la segunda guerra mundial se convirtieron en archienemigas sin realizar un solo movimiento de tropas la una en contra de la otra, pero que sin embargo, afectaron las relaciones internacionales de la gran mayoría de países del mundo y el avance y retroceso de revoluciones, guerras y traslados de armamentos, al menos hasta 1990 con la caída del muro de Berlín.
Sin pretender entrar en detalles sobre dicho período por lo complejo y controvertido que resulta, inclusive para diversas escuelas dedicadas al estudio de la historia (tradicional u ortodoxa, revisionista y post revisionista) que no han podido ponerse de acuerdo en cuanto al origen y responsabilidad de la etapa histórica referida, acerca de las consecuencias negativas en la sociedad civil y el desarrollo o estancamiento de la vida económica de las mismas, afectadas por ella; proponemos preguntarnos sobre los costos y los impactos del gasto bélico en las poblaciones alejadas de intereses militares; y qué sucede hoy en este aparente momento de post guerra fría, en cuanto a que la carrera armamentista lejos de detenerse aparenta continuar sin pausa y sin descanso, los negocios de la guerra se mantienen sanos y florecientes, y las intervenciones militares parecen estar a la orden del día a pesar de la muerte o desaparición del gran cuco comunista.
El interrogante inmediato que surge a partir de observar la ausencia del fantasma que justificó durante décadas la inversión en el desarrollo técnico militar es: ¿en un mundo donde cada día se estarían acentuando las diferencias sociales, existe la posibilidad de prolongados momentos de paz internacional?, tal ves el germen de una posible respuesta la hallemos en la formula de Heráclito que según Jean Jaurès, Marx solía citar: “la paz no es más que una forma, un aspecto de la guerra; la guerra no es mas que un aspecto, una forma de la paz”; porque “los contratos sociales y los acuerdos de postguerra entre naciones siempre son inestables y su vigencia está directamente relacionada a la capacidad de los bandos derrotados de sobreponerse a los golpes recibidos. Las etapas pacificas de la humanidad son equilibrios inestables entre grupos o naciones” (Bonavena Pablo y Nievas Fabián, “Los cambios en la forma de la guerra a partir de los 90`”). Probablemente las afirmaciones antedichas nos permitan entender el por qué de la inmensa cantidad de dinero invertido en el presupuesto bélico y su incidencia en el deterioro del bienestar social, permanentemente discurseado por cuanto líder, candidato o dirigente hallemos encumbrado en algún reducto de poder nacional o internacional.
En un trabajo realizado por el Dr. José Luis Rodríguez García publicado en 2014 por el Centro de Investigaciones de Política internacional en La Habana, titulado “El impacto del gasto militar en el mundo:1950-2013”, encontramos que: “Antes de la segunda guerra mundial los gastos militares en todo el mundo se estimaron en unos 48 mil millones de dólares” y que durante la guerra fría -guerra de Corea y Vietnam mediante- fue de 2,3 veces más; aunque en los países subdesarrollados el incremento en gastos militares fue de 5,1 veces mas, “De tal modo que los países atrasados duplicaron su peso en el total para llegar a 16,7 % de los gastos militares a finales de los años 80”. De lo cual podríamos inferir que durante el periodo mencionado la humanidad vivía en un mundo potencialmente mas armado que antes.
Entre tanto quizás sea útil -para comprender el desarrollo armamentístico y sus fines- observar que “durante los años 60, pero fundamentalmente en los 70, los valores en estos gastos aumentaron tanto en países centrales como periféricos concentrándose en medio oriente, debido al aumento en los precios del petróleo. Con la desaparición de la URSS y sus aliados los gastos descendieron en un 33,4%; pero a partir del 11 de septiembre del 2001 sucedió una nueva escalada en las inversiones en armamentos con la justificación de la lucha contra el terrorismo. Según el ya citado trabajo del doctor José Luis Rodríguez García “el gasto militar total representaba en 2012 el 2,5 % del PBI mundial con las mayores proporciones en Arabia saudita (8,9%), Omán (8,4%) e Israel (6,2%)”.
Por otro lado, un dato alarmantemente interesante es que “la venta de armas entre 1950 y 2009 alcanzó un billón 650 mil millones de dólares” y que EEUU, Rusia y la unión europea son quienes prácticamente manejan el negocio de ventas de armas en el mundo; y los principales importadores de material bélico hasta el 2012 fueron India, China, Pakistán, Corea del sur y Singapur. De ello se podría pensar entonces que la industria militar, además de ser un elemento coercitivo y defensivo que los países disponen, seria un formidable negocio principalmente para los EEUU, productor numero uno en dicha industria. Pero el desarrollo de la misma ha sido a costa del déficit fiscal del gran país del norte, debido a esto en 2014 el congreso manejaba una rebaja del presupuesto militar de 487 millones de dólares, lo cual activó señales de alerta por parte del pentágono en cuanto al sostenimiento de estrategias militares, dado que el gasto militar siempre ha sido uno de los principales reproductores del capitalismo. Por propiedad transitiva se podría señalar que tal vez, éste sea el motivo fundamental que permita apreciar la recuperación del militarismo en los últimos años, y su protagonismo evidente en el escenario político internacional desde la caída de las torres gemelas en septiembre del 2001, a pesar de que en EEUU “el gasto militar ha crecido entre 2000 y 2011 un 52%” y “el PBI lo haya hecho un 21% (Razoff Rick, 2011).
Como ya sugerimos en los párrafos anteriores, probablemente EEUU sea el responsable de lo que podríamos llamar la guerra congelada, ya que los nuevos frentes de combate abiertos en oriente medio parecen perpetuar el militarismo de ese país; pero si observamos con atención que “Rusia prevé una expansión del gasto militar de unos 730 mil millones de dólares para el 2020 y que ello permitiría un incremento de 70% del armamento moderno ruso para ese año” (Rodríguez García José Luis), lejos estaríamos de afirmar que la guerra fría ha terminado, sino más bien que nos hallaríamos ante la presencia de una guerra congelada, es decir permanente, eterna.
“El mundo hoy se ve amenazado por la generalización de la intervención militar directa de las principales potencias imperialistas, bajo el pretexto de “intervenciones humanitarias” en guerras limitadas que amenazan seriamente la independencia de los pueblos como ya ocurrió en los casos de Afganistán, Irak, Libia y potencialmente hoy Siria.
A ello se añade la posibilidad que se desate una conflagración de inconmensurables proporciones producto de la irresponsable amenaza de empleo del arma nuclear para satisfacer los intereses expansioncitas norteamericanos lo que pone en peligro la existencia de la humanidad misma (Rodríguez García José Luis, El impacto del gasto militar en el mundo: 1950-2013)”.
En efecto, si se toman en cuenta las afirmaciones de Dr. Nan Tain investigador del programa de armas y gasto militar del SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute), quizás entenderíamos con mayor claridad las palabras del Dr. Rodríguez García; dice Tain: “El gasto militar mundial en 2018 representó 2,1% del producto interior bruto (PBI) o 239 dólares por persona. En 2018 EEUU y China contabilizaron la mitad del gasto militar mundial”.
Pues bien, la otra mitad del gasto bélico global parece repartirse en diferentes regiones del planeta, veamos: según el informe del SIPRI publicado en Estocolmo el 29 de abril de 2019, “en Asia y Oceanía el gasto militar ha crecido año por año desde 1988 con 507.000 millones de dólares, en 2018, el gasto en la región representó el 28% del gasto global, en comparación al 9% en 1988”.
Por otro lado, tanto Europa central y del Este no escapan a este tipo de inversiones, en la aparente carrera hacia el infierno, que es el destino de las armas, “Polonia lo incrementó 8,9% en 2018 hasta 11.600 millones de dólares, mientras que Ucrania lo hizo en un 21% hasta los 4.800 millones de dólares. El gasto de Bulgaria, Letonia, Lituania y Rumania también creció (pasando del 18% al 24%) en 2018”. Por otro lado, se debe señalar que no es solo en esas regiones donde se ha incrementado la inversión militar, “El gasto militar en America del Sur creció 3,1% en 2018. El gasto militar total del conjunto de los 29 países miembros de la OTAN fue de 963.000 millones de dólares en 2018 que representan el 53% del gasto mundial”. Y, por último, “El gasto militar en Turquía aumento un 24% en 2018 hasta los 19.000 millones de dólares, el mayor incremento de porcentaje anual de los 15 países con mayor gasto militar” (AMEX del SIPRI, 2019).
Frente a este panorama cotejar las erogaciones en armamento con las necesidades sociales tal vez represente un buen ejercicio para la toma de conciencia, en cuanto al avance y reproducción de un capitalismo cada vez más injusto y depredador en términos humanos y ecológicos, puesto que el armamentismo estaría en franca confrontación con la posibilidad de generar condiciones para lo que, al menos el sentido común propone para la humanidad: “el buen vivir”. Por ejemplo “si se redujera cada año el 10% del gasto militar mundial, o el 20% del gasto militar de USA, los Objetivos del desarrollo del milenio quedarían totalmente cubiertos” (Economistas por la paz y seguridad, Textos de economía, paz y seguridad). Esta misma organización de economistas afirma que “por cada 25 dólares gastados en defensa en USA, se da aproximadamente un dólar a AOD, y de aquí, solo 23 centavos a los mas necesitados”; en consecuencia, quedaría en evidencia la prioridad que la superpotencia del norte tiene. Pero mas allá de los intereses particulares de cada nación, estos datos nos habilitan a reflexionar acerca del rol que juegan y qué partitura ejecutan, en el macabro concierto de países, los representantes de los ciudadanos comunes, prisioneros de una realidad aparentemente siniestra; y a cuestionarnos qué y a quienes se vota, cuando se eligen representantes, en esta especie de ceremonia capitalista que llamamos democracia representativa y republicana. A no ser que se considere verdadera y acertada la idea del pensador francés Michael Foucault cuando asevera que “…detrás de la paz se debe saber ver la guerra; la guerra es la cifra misma de la paz. Estamos entonces los unos contra los otros: un frente de batalla atraviesa toda la sociedad, continua y permanentemente, poniendo a cada uno de nosotros en un campo o en el otro. No existe un sujeto neutral. Somos necesariamente el adversario de alguien” (Foucault Michael, 1996: 46, 47).
Desde los arrabales andinos, Sergio Di Bucchianico.
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