PÁJAROS VOLANDO
2019-09-19 Desactivado Por ElNidoDelCuco
Por ANDRÉS GARCÍA
Todos los mediodías después de almorzar, mi abuelo limpiaba la mesa y tiraba las migas y sobrantes de pan al pasto del fondo de casa. En pocos segundos una bandada de pájaros se lanzaba en picada desde los árboles aledaños directo al ágape. Muchos de ellos, en su mayoría gorriones, ya eran habitué.
A mí me fascinaban las aves y estaba obsesionado en atrapar una. De más grande recurrí al viejo truco del cajón de frutas sostenido por un palo que estaba atado a un hilo. Algo de alimento adentro y la infinita paciencia a la espera de que algún pájaro cayera en la trampa. Pero en aquella época era muy chiquito así que como un loco me dedicaba a correr los pájaros que comían las migas de pan que mi abuelo les ofrendaba en el fondo de casa. Qué decir que antes de que diera un solo paso las aves ya habían remontado vuelo en bandada. Hasta me escondía en el arbusto más cercano a dónde caían las migas, pero el resultado siempre era el mismo.
Un día mi abuelo, que se divertía mirando mi inútil y repetitiva acción, me llamó y me dijo que había un truco que hacía que los pájaros no pudieran volar. Excitadísimo le pedí que me dijera qué había que hacer. Me dio un salero de mesa y me dijo: “Los pájaros con sal en la cola no pueden volar”. Con una alegría desbordante esperé hasta el otro día.
Estuve una semana entera intentando ponerle sal en la cola a algún pájaro. Mi mayor interés fue pasando de a poco de atrapar un pájaro a ponerle sal en la cola. ¿Por qué los pájaros con sal en la cola no pueden volar?, le preguntaba una y otra vez; a lo que mi abuelo contestaba: Ya te vas a dar cuenta… Pero decime, Si te lo digo no sirve, Pero abuelo quiero saber, Para saber hay que aprenderlo por sí mismo…
Aquello de la sal tenía un halo mágico, casi de embrujo… Los días pasaban y yo ya había probado de todo; correr, saltar, tirarme de pecho con el brazo extendido y el salero apuntando a aquellos malditos pájaros, incluso até el salero a un palo largo para evitar acercarme. Pero no había caso, los pájaros se volaban. Hasta que un día me di cuenta.
Estaba escondido detrás del arbusto con el salero en la mano esperando que los pajaritos estuviesen bien distraídos comiendo para salir sigilosamente a ponerle sal al más cercano, cuando vi de reojo a mi abuelo en la ventana que daba al fondo, no había duda que se estaba divirtiendo conmigo. Cuando miré hacia allí solo estaban las cortinas que todavía se movían… Me vi a mí mismo corriendo pájaros con el salero en la mano y me sentí un idiota. Me di cuenta. En una fracción de segundo entendí todo. Y aquel halo mágico desapareció con el vuelo de los pájaros.
Tiré el salero bien lejos. Encaré para casa con bronca. Mi abuelo estaba parado en la puerta conteniendo la risa. “¿Te diste cuenta?”, me preguntó muy divertido. No le pude responder de la angustia que sentía. Me volvió a repetir la pregunta, esta vez con más seriedad: “¿Te diste cuenta?”. “Sí”, le dije casi gritando. “Me alegro – me dijo casi con orgullo.
Mi abuelo tenía esas cosas. Para él “la Experiencia” tenía que ver con eso, con darse cuenta solo. Si alguien te lo contaba no servía. Había que vivirlo. Con el tiempo uno aprende que es así.
Hoy con más de cuatro décadas encima me vuelvo a dar cuenta de la profunda lección. Miro a mi alrededor y veo tanta gente haciendo el papel de idiota con argumentos idiotas, que veces da ganas de resignarse.
Este momento en particular que estamos viviendo depende mucho de reconocer que estuvimos haciendo el papel de idiotas con argumentos idiotas. Pero si de algo tenemos que estar seguros es que no son ningunos idiotas los que ofrecen tales argumentos. Argumentos-Metáfora de poco vuelo, de pobreza intelectual, de consumo masivo. Ni bien uno se acerca se vuelan, como los pájaros. Y en cuanto la estafa se está desarticulando aparecen con un nuevo truco y te mandan a correr con un salero en la mano.
Y todavía tenemos que asistir al triste espectáculo de gente orgullosa repitiendo una y otra vez el papel de idiota que le regalaron. No hay nada peor para ellos que reconocer haber sido engañados. Y algunos prefieren seguir representando el papel que admitirlo.
Pero ojo, una mayoría se dio cuenta y tiró el salero bien lejos. El problema es que los pájaros se siguen volando y cada tanto volvemos a correr tras ellos como unos idiotas. Ciclos que se repiten. Recetas fallidas que vuelven a ponerse en práctica… Ya lo dijo un Físico alemán: es de locos hacer siempre lo mismo y pretender resultados distintos.
No es solo darse cuenta, sino no repetir como un idiota lo que alguna vez no dio resultado.
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1 comentario
Los comentarios están cerrados.
Muy bueno Andrés, despúes de tanto bastardeo de las metáforas (no como recurso literario para evocar un plano desde un plano real), sino para vender espejitos de colores y globos amarillos, con barcos que estacionan, crecimientos invisibles, tormentas que secaron los bolsillos y votaciones populares que no existieron; es bueno rescatar el significado y el significante de las metáforas como un elemento de embellecimiento de la retórica y antetodo de la poética.
Al bastardeo denigrante de las metáforas, habría que echarle azufre en las cabezas.
Abrazo.Akavenla