LA COMIDA
2019-09-19 Desactivado Por ElNidoDelCuco
Por POL PLIEGUES
Un día me preguntaron: Pol, ¿qué es para vos la comida?
La comida para mí es un evento social dentro de un contexto cultural, comer solo, es alimentarse, pero comer con uno más, ya no es alimentarse así nomás, una cosa es el alimento y otra muy distinta el alimento en función social y cultural, “la comida”.
¿Qué comemos?, es la pregunta que una parte de la pareja le hace a la otra, la mamá a los niños, el papá a la mamá, el empleado a su compañero de trabajo, el amigue a su novie. Hay muchas cosas que no entiendo o ya ni me preocupo en entender, por ejemplo: el no disfrutar cuando comemos y bebemos, el acto de no sentir, tomamos agua pero no la gustamos, no la sentimos.
Recuerdo cuando chico íbamos desde Morón a Colegiales y en esos fines de semana disfrutaba algo único, tomar agua clorada. A finales de los años 70s en colegiales había agua corriente y porque había una planta de procesamiento el agua salía clorada para ser distribuida por caños en las casas, todos decían qué asco, pero a mí me sabía distinta y la degustaba, es más, me llevaba agua en botellas de vidrio para casa, claro esto era un juego de niños.
Después de mucho tiempo entendí que esto me pasaba a mí solo dentro de mi mundo conocido y no traté de discutir ni hablar de ello, la mayoría de las personas que encontraba no intentaban hablar de gustos, ni de aromas, ni de texturas, ni de simples palomas, trataban de imponer una verdad por sí sola, sin justificación alguna, sin referencia, sin premisas válidas ni conclusiones lógicas, que en la comida las hay.
Cuando hablamos del agua por ejemplo, aquello que le da sabor lo llamamos terreno, aguas duras como ejemplo el agua de Morón (en los 70s) que se sacaba de pozos a 15 metros de profundidad de las entrañas de la tierra y producía muchos depósitos calcáreos literalmente llamados “sarro”, el sarro es un compuesto de minerales presentes en el terreno, minerales de calcio, magnesio y otros que son buenos para el ser humano, sin embargo “el sarro” es muy perjudicial para las cañerías y para todo donde el agua se depositaba, las ollas se corrompían por este sarro, mientras que el agua de la cordillera es distinta a la de cerca de nuestros mares.
El pan, tiene sabor a pan a no ser que también tenga manteca, grasa o aceite o este saborizado o tenga alguna especia agregada, también contiene levaduras o “pichicatas”. Las levaduras otorgan al pan su sabor, su color, y es muy distinto si se deja fermentar durante horas o rápidamente, si se apura su fermentación o se cuece demasiado.
Cuando comemos muchas veces comemos sin sentir lo que tragamos, tragamos y tragamos. Una vez a finales de los 90s tuve una pareja muy interesada en hacer sushi y como competíamos mucho entre nosotros y nos divertíamos con eso, él fue a tomar un curso con un señor gordo, japonés y muy respetado, yo preferí preguntar en el incipiente Barrio Chino de Belgrano, donde me encontré con una doña de ojos chinos que al final era una señora japonesa y cocinera y yo un boludo bárbaro.
Ella hablaba poco castellano y era muy mandona (después aprendí que esa voz de mando era por el castellano mal hablado). Esta mujer nos dio un trabajo práctico: hacer arroz en casa y llevarlo al otro día a la clase en algún recipiente con tapa, nos enseñó cómo hacer arroz para sushi y nos mandó a casa. Al otro día nos presentamos al curso todos los que participábamos y nos hizo destapar los recipientes y que todos probemos los arroces de todos. Todos sabían distintos, todos habíamos hecho lo mismo, pero también pasaba algo impensado para mí en ese momento, había algunos que tenían gusto a plástico y con distinto gusto a plástico según el plástico, fue la mejor clase que tuve en la vida, descubrí algo que cambiaría la historia en mi gastronomía. No es lo mismo tomar vino en una copa de vidrio, cristal o porcelana que en vaso de telgopor, no es lo mismo porque ni bien acercamos la boca al telgopor ya hay un gusto, un aroma y una textura y sobre eso viene el vino, un descarrilamiento de sentidos, un colisionar de hadrones.
Comer para mí es compartir esos sentimientos y sensaciones, el trabajo, el compañerismo, los cuentos y las soluciones a los problemas planteados en la conversación que el sentarse a comer en grupo genera, el vino es muy importante para poder conversar con soltura las cosas delicadas, en su justa medida pues sino se desata una tormenta no deseada.
Sentarse a la mesa a comer en familia una vez al día es necesaria siempre, eso debe ser de costumbre no negociable, es más, en convivencia entre amigos o estudiantes que comparten en una misma casa debe ser de igual manera (convivencia es sentarse a la mesa una vez por día como mínimo).
Todo esto es una obligación y un derecho, no podemos tener hoy gente que no pueda comer, que no pueda sentarse a una mesa con su familia, quizá llegó la hora de agrandar la mesa y que todos socialmente compartamos mesas más grandes donde exponer y compartir nuestras soluciones a los problemas del momento, quizá debamos llevar nuestras mesas a mesas más grandes donde debatamos qué queremos para nosotros mismos y para los demás, para todos nosotros, quizá y estoy seguro que “es así”, debemos agrandar las mesas, reunirnos más seguido, pues la realidad no hay que dejarla tan descuidada a mano de los medios de comunicación, sino a las reuniones verdaderas, estas donde apretamos nuestros cuerpos con el abrazo, aquellas donde miramos a los ojos con afecto, donde compartimos las cosas del momento, la comida tiene que ver con esto, con los social, lo político y lo cultural.
Todo proyecto colectivo debe tener como mínimo tres patas: no debe haber pobres, todos debemos poder comer, y acceder a la salud y a la educación. Para eso hace falta generar participación, trabajo y solidaridad verdadera, con transparencia, austeridad y vehemencia.
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