ODD NERDRUM: “Soy el héroe de mi propia vida”.
2019-09-15 Desactivado Por ElNidoDelCuco
Por ARIEL STIEBEN
Un gran pintor de nuestro tiempo que se atrevió a declarar la guerra a la modernidad. Su obra descomunal es considerada reaccionaria por muchos críticos. Para otros, es el vocero de un renacimiento de lo más valioso del arte.
Hoy, un siglo después del surrealismo, del cubismo, de la abstracción, del dadaísmo, de Rauschenberg y Picasso, todo parece estar permitido en el universo del arte salvo pintar con la emoción y el virtuosismo de los grandes maestros de otros siglos. El “todo vale” tan típico de nuestros tiempos pareciera tener una sola condición, paradójica por demás: todo vale siempre y cuando el artista se inserte dentro del canon de lo moderno, siempre y cuando el creador huya de los grandes temas para refugiarse en la búsqueda incesante de la innovación y la originalidad.
“La innovación y la originalidad carecen de importancia. Mi verdadero objetivo es sumergirme en las profundidades de la naturaleza humana”.
“El hombre débil es la salvación de la humanidad. El minusválido es el centinela nocturno del mundo”.
En medio de este panorama, es infrecuente encontrar un artista como Odd Nerdrum (Noruega, 1944) que sostenga que el arte contemporáneo es un barco a punto de naufragar. “El modernismo me parece viejo y triste. He visto tanto de él que ya me tiene harto”, afirmó al principio de su carrera al ver una famosa escultura de Rauschenberg que consiste en una cabra disecada puesta sobre una tabla de madera cubierta de fotocopias. Y es que para Nerdrum, la rebeldía de los movimientos de vanguardia de principios del siglo XX se ha convertido en una mera convención que aleja al artista de lo genuino, pero no de la sociedad mercantilista con la que se relaciona.
La vida de Nerdrum es tan original como su propia obra; recién a los 49 años encontró a su verdadero padre, después de haber sentido desde niño que había algo muy extraño en su relación con el hombre que lo crió, el esposo de su madre, de quien nunca tuvo motivos concretos para dudar.
“Fui un niño solitario. No tenía con quién compartir mis pensamientos. No era aceptado ni siquiera entre los perdedores. Era un mendigo en el mundo de los otros”.
Pero Nerdrum no sólo dudaba de quien se llamaba su padre, sino también acerca del valor y los principios del arte contemporáneo. A los dieciocho años, para ser admitido en la Academia Nacional de Bellas Artes en Oslo, envió tres cuadros, dos de los cuales estaban totalmente terminados, mientras que el tercero, por falta de tiempo, consistía sólo en un par de ideas plasmadas con descuido sobre la tela. Sin embargo, fue justamente este lienzo el que el comité consideró lo suficientemente prometedor como para admitir al joven Nerdrum entre sus filas. “Todo parecía demasiado fácil, ofrecía muy poca resistencia”, afirmó.
Con el paso de los años, Nerdrum afianzó su convicción anti-modernista. Para él, no es el arte clásico, sino el moderno, el que representa lo reaccionario.
“Nunca podemos crear la vida. Pero la vida puede brillar a través de nosotros en una obra de arte. Podríamos todos ser eternos si nos atreviéramos”.
“El artista se ha convertido en un inútil; cuando mucho puede aspirar a ser un decorador, una mascota, un pesado. La gente de nuestro tiempo no se ha visto nunca realmente retratada, por lo tanto, carece de un sentido visual de sí misma. Hoy, el retrato es siempre directa o indirectamente fotográfico, pero la imagen del ser más profundo del hombre ha dejado de existir”.
Es esa imagen, “un espejo del alma”, una que desnuda al hombre en sus sentimientos y emociones más genuinas, la que Nerdrum intenta crear en cada una de sus telas.
Al sentir que su desacuerdo con el arte contemporáneo era cada vez más marcado, también en el terreno artístico Nerdrum fue en busca de su verdadero padre y maestro. Lo encontró, primero, en el realismo de Caravaggio; luego, en las pinceladas de Rembrandt, en su desvelamiento del alma humana, en su uso magistral de la luz y la sombra; y, finalmente, en su elección de temas, muchas veces de dimensiones homéricas.
Para el ambiente artístico noruego, Nerdrum representó -y representa aún- una clara provocación; los críticos no encuentran términos medios, lo detestan o lo aman. Muchos han catalogado su obra como kitsch y reaccionaria, y a su estilo como anticuado. Nerdrum admite que tienen razón, pero solo para después agregar que el arte contemporáneo ha perdido sus asideros.
“Mucho de lo mejor del arte tiene que ver con el rechazo; cómo sobreponerse al dolor ocasionado por la comunidad en quien se busca a sí mismo”.
Más allá de toda discusión erudita, Nerdrum, sin proponérselo, se ha convertido en el mejor representante de un estilo alternativo, mucho más desprejuiciado que el de muchos pintores considerados como modernos.
“Los personajes que pinto están cada vez menos sujetos a nuestra idea de seguridad. Habitan un mundo mucho más amplio que el nuestro. Todo cuanto los rodea carece de nombre. Viven en un mundo formado por todo aquello que en el nuestro parece mitigado. Buscan respuestas diferentes”.
Se trata de hombres y mujeres que han perdido todas las palabras y que, sin embargo, o tal vez justamente por ello, tienen un universo entero para contarnos. Seres extranjeros en el mundo en el que les ha tocado vivir, mutilados y solitarios. Personas que parecen salidas de otros tiempos, pero cuya aspereza, franqueza y singularidad los ancla definitivamente en el presente… tanto como en cualquier pasado o futuro posible. Porque Nerdrum no habla de lo contingente en el hombre, sino de aquello que permanece: el miedo, la soledad, la dicha, el asombro ante el cielo estrellado. Sentimientos que siguen siendo hoy los mismos que hace cien mil años.
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