CORAZÓN DE MADERA

              El frío se viste de parca y sale a andar la noche en busca de los nadies que deambulan la ciudad y los barrios, invisibilizados por la indiferencia apostólica y romana, abortados sociales que no encienden la indignación celeste de los heraldos de la moral.

Mientras algún nadie se apaga para siempre en un sueño de mil fríos cortantes y otra multitud de nadies resisten la siega invernal, el amor se diluye en sueños fugaces y fuegos artificiales, que no encienden la sangre ni tronan el escarmiento. Corazones refrigerados en fibra óptica y papel prensa. Gentuza uniformada de educación castrense en modo acusatorio punitivo. Desclasados del centro a la derecha por el torque meritocrático.

¿Qué le pasó a la empatía que está reseca y marchita? ¿Quién nos enseñó a mirar de reojo con el prejuicio erecto? ¿Cómo puede ser que la culpa siempre es de los pobres y los nadies que no tienen poder ni para morirse? ¿Quién inyectó materia fecal en nuestras venas guerreras? ¿Qué son esas tristes sombras humanas huérfanas del cuerpo que las proyectaba?

Zombies de orgullo vegano en estado vegetativo, razias sociales contra cualquier gesto rebelde, conservas podridas en sacos humanos medievales, museo moral en un parque de diversiones. Disecados por el taxidermista de 42 pulgadas, se sientan en el regazo del ventrílocuo y dan discursos con la gracia de un muñeco de madera, y doctorados en opiniones ajenas, piensan en sus vetas de madera seca los ecos de una voz que no es suya.

Construyamos puentes de arcoíris para esa humanidad discapacitada de amor, dejemos que la juventud se equivoque para que no cometa los mismos errores que nosotros, prendamos fuego las iglesias vacías para que Dios nos eche de ese Paraíso castrado, subamos al escenario de prepo e improvisemos una sátira en donde no haya lugar para eunucos y traidores. Hagamos que la alegría sea contagiosa, y en esa pandemia no habrá lugar para la tristeza y el dolor prefabricado. No hará falta la violencia ni la venganza, armas mortales del enemigo. Un triunfo sin armas. Una verdadera revolución en la alegría.

Que nadie deje morir su corazón en el frío invierno del odio y la indiferencia.