LOS ALIMENTOS TEXTUALES
2019-07-30 Desactivado Por ElNidoDelCucoPor ARIEL STIEBEN
Hace cincuenta y dos años la editorial Sudamericana publicaba ‘Cien años de soledad’, la novela que cambiaría la literatura latinoamericana creando una marca estética y una identidad, el realismo mágico, y consolidando a Gabriel García Márquez como un escritor sin fronteras.
A partir de 1967 cuando la editorial argentina Sudamericana publicó “Cien años de soledad”, el libro fue cumpliendo años hasta pasar el medio siglo. Su autor Gabriel José de la Concordia García Márquez, nacido en Aracataca en 1927, no llegó a ver el medio siglo del libro, en esa coincidencia de fechas esta obra sigue su ininterrumpida recirculación por el mundo. Murió en Ciudad de Méjico el 27 de abril de 2014.
En el año 2007 cuando el autor cumplía ochenta años, la Real Academia Española junto con las correspondientes de los países de habla hispana, efectuaron una edición de homenaje a la que fuera considerada un clásico del idioma. La obra de García Márquez tiene la virtud de conjugar nuevos modos de escritura con el anclaje en un espacio reconocible y perfectamente diseñado, a fin de forjar una poética que presentase a través de su aldea inventada, la imagen de América Latina, aunando el espíritu creativo, su inmensa capacidad de narrar con la continua remisión a una zona necesitada de nombres y memorias.
Se dijo muchas veces que García Márquez nunca estuvo en Buenos Aires, quizá como una de las tantas leyendas en torno de su vida y su obra. Sin embargo hubo un viaje dos meses después de publicada la novela cuyo manuscrito fue dificultosamente enviado debido al costo (Mercedes, la esposa de García Márquez, empeñó una licuadora, regalo de casamiento para juntar el dinero necesario), hasta que llegó al director Paco Porrúa de Sudamericana, quien inició con una tirada de ocho mil ejemplares, la onda expansiva que de ahí en más tendría la novela. Allí expone la dimensión épica fundida con episodios habituales e insólitos, la presencia del mito enlazado con la historia concreta de Colombia, la fundación de un lugar como metáfora de la vida americana, de sus peleas, malos sueños y frustraciones.
Una novela de velocidad cataclísmica, desde su génesis al apocalipsis.
Antes de esa novela García Márquez era sólo reconocido por un reducido grupo. Ya había publicado ‘La hojarasca’, ‘El coronel no tiene quien le escriba’, ‘Los funerales de Mamá Grande’ y ‘La mala hora’, como eventos parciales sucedidos en Macondo. Cien años de soledad no sólo es la historia del coronel Aureliano Buendía, es la historia de toda su familia, desde la fundación de Macondo hasta que el último Buendía se suicida, cien años después y se acaba la estirpe.
La Editorial y ‘Primera Plana’, revistas que en esa década funcionaba como una referencia cultural insoslayable, invitaron al escritor como jurado -junto a Leopoldo Marechal y Augusto Roa Bastos- del premio de novela que ambas organizaban. Llegó con su esposa un 16 de agosto, dos meses después de publicada la novela que iba alcanzando once mil ejemplares vendidos. García Márquez pudo constatar el halo de fama que nunca más lo abandonaría. Por qué nunca más volvió a Buenos Aires se hunde en las brumas de la leyenda, mitos o supersticiones que abonó en toda su trayectoria el propio autor.
Hubo fiesta de cumpleaños cuando la novela iba sumando décadas de lectura multiplicada. En 2007, con más de treinta millones de ejemplares vendidos, traducida a unas treinta y cinco lenguas, “Gabo” pudo celebrar junto con sus ochenta años de vida, los cuarenta de la novela que fue reconocida como una de las obras más importantes de la lengua castellana durante el IV Congreso Internacional de la Lengua Española.
García Márquez destacaba que se trata de una historia lineal donde con toda inocencia lo extraordinario entrara en lo cotidiano. Una especie de síntesis de esa poética que tendría innumerable aceptación así como cuestionamientos y que sintetizó como ‘realismo mágico’. Lo que parece una contradicción, es decir, si se habla de realismo se supone una representación verosímil del referente que en Cien años… sería con todo lo que tiene que ver con la mención de las guerras entre liberales y conservadores, la injerencia de los norteamericanos, la huelga bananera, etc.
Pero, a diferencia de una novela realista tradicional que desdeña “magias” y ancla en la verosimilitud, este relato se desliga de ella. lo que efectivamente puede ser algo cierto- valga recordar por ejemplo el momento en que el gitano Melquíades llega al pueblo con un nuevo invento, su dentadura postiza- se narra de tal modo que parece un milagro: el gitano ha derrotado a la vejez, vuelve rejuvenecido. A esto se suman otros acontecimientos – la lluvia interminable, la invasión de mariposas amarillas, la levitación de Remedios – aunando hechos con creencias y fantasías, lo que pone en entredicho los esquemas de la razón instrumental para dar cabida a la potencia de lo imaginario.
Como realista García Márquez estaría representando la realidad, sólo que esta, en América Latina no es la realidad organizada por pautas racionales, sino que las sobrepasa y desafía, de ahí la desmesura de las acciones de los personajes, sus modos de actuar y pensar, regidos más bien por una razón alternativa donde lo increíble está instalado como normal en la vida cotidiana. Sin embargo el tiempo es cíclico en la repetición de los destinos de los personajes, con un narrador que conoce el pasado y futuro de los mismos y va desplegando sus aventuras y desventuras para volver en el final a un punto de retroacción; volver al inicio para leer qué decían los manuscritos.
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar la tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. La frase encierra una significación múltiple. Quien narra sabe acerca del futuro del personaje, sabe acerca de sus recuerdos, introduce el hielo, para alguien nacido en un ámbito tropical o subtropical no es algo usual, sino más bien desconocido. Muchos vincularon a Macondo con Aracataca, pero no quedó suscripta a ese ámbito sino que se la identificó con toda América Latina.
La fórmula tuvo enorme éxito, pero también fue denostada argumentando que configuraba una imagen for export, para consumo de las metrópolis internacionales, que embellecía espantosas realidades del subcontinente, que era una nueva forma de exotismo, entre otras críticas.
MEDIO SIGLO Y UN POCO MÁS
Aquellos que encontraron ese texto en 1967 son hoy día padres y abuelos de lectores jóvenes, que leen por primera vez la novela. Como clásico suma también las relecturas. El nombre de García Márquez no es hoy materia de descubrimiento sino algo más que conocido. Relatos del autor como ‘Crónica de una muerte anunciada’ o ‘Relato de un náufrago’ ingresaron a los programas escolares.
Cincuenta años también significa un lapso en el cual las expectativas y el horizonte de recepción han cambiado. Este tiempo transcurrido permite pensar una historia de lecturas en un lapso que traspasó el siglo y en el que se sucedieron cambios fundamentales en la sociedad, en los intereses, imaginario y forma de lectura e interpretación. Surgió en terreno fértil pero provocó dispares opiniones desde su emergencia hasta hoy. Sin embargo apologías o rechazos no son iguales en el transcurso del tiempo. Si décadas atrás los cuestionamientos o las valoraciones tenían un rasgo ideológico marcado, en los lectores ‘primerizos’ aparecen desde elogios hasta observaciones sobre las dificultades que implica la proliferación de personajes con los mismos nombres, lo que ven como repeticiones, las extensas frases, y hasta el mismo final. O sea, más que la discusión en torno al realismo mágico, aparecen expectativas de recepción actuales que se inclinan más bien por un relato simple, una prosa exenta del despliegue verbal de Cien años… en favor de una narrativa sin complejidades.
Y aun, Cien años… sigue el derrotero que unifica medio siglo de lecturas; su capacidad de apelar a los lectores más diversos, desde los literatos y críticos que le dedicaron estudios minuciosos en clave sociológica, psicoanalítica, mítica o textual hasta los que se sumergen en la narración desencadenada, quizá la verdadera magia de este realismo.
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