LA REALIDAD BAILA SOLA EN LA MENTIRA
2019-07-28 Desactivado Por ElNidoDelCucoPor SERGIO DI BUCCHIANICO
“El peor legado del autoritarismo es la pérdida de la inteligencia misma”.
Alex Guardiola Romero
Quien haya tenido la deferencia de disponer de su tiempo para una lectura detenida de las notas escritas en este espacio, seguramente habrá advertido que la característica fundamental de las mismas ha sido siempre la excesiva carga de interrogantes, preguntas, sugerencias, es decir la continua cobardía de plantear alguna certeza o afirmación categórica respecto al tema elegido, por la sencilla razón de carecer de contundentes afirmaciones que nos permitirían tal vez, impresionar al potencial lector o lectora, pero que sin dudas revestirían engañosas realidades relacionadas al autentico estado de saberes que nos embarga y que inmediatamente pasamos a mencionar: somos enteramente incapaces de brindar soluciones de cualquier índole por no disponer ni de los conocimientos, ni de la imaginación necesaria para emprender empresas de tal magnitud, en consecuencia refugiarnos en la covacha de la incógnita permanente, acaso nos permita seguir dando rienda suelta a esta pulsión irrefrenable que es pretender acercarnos a los demás a través de la palabra escrita, con la imprescindible premisa –y única seguridad- de ser cabalmente sinceros, actitud que estimamos embrión de la salud comunicativa, tan indispensable como útil para la realización de vínculos trascendentes y enriquecedores; en definitiva parafraseando a José Larralde: ¡Por sanos nos jugamos el resto!.
Por consiguiente es menester aclarar que seguramente seguiremos en esa línea prosística por el solo hecho de estar invalidados para ensayar otros procedimientos mas rigurosos y pretender acercarnos a verdades irrefutables o soluciones absolutas que pudieren servir como valiosos aportes al pensamiento colectivo y a la vida cotidiana.
Dicho esto, planteamos a modo de necesidad urgente compartir una serie de incertidumbres que exhortan constantemente nuestro frágil entendimiento: ¿Insistir en los errores es sano? ¿Confundir realidad con fantasía es un atributo? ¿Negar los datos de la realidad nos permite abordar seriamente el presente? ¿La necrofilia histórica podría ser garantía de futuro bienestar? Es claro que estaríamos en condiciones de seguir con la lista de interrogantes que nos inundan, pero por el momento arriesgaremos precarias respuestas a las cuestiones planteadas, con la humilde pretensión de tratar de comprender lo que desde hace décadas no comprendemos.
Aclarar en primera instancia que nuestras vacilaciones tienen competencia directa con comportamientos sociales sería tal vez una obviedad, en tanto se suponga que las sociedades parecen haber incurrido muchas veces en conductas contumaces, de carácter esquizoide, necias o necrofílicas, y que además forman el robusto cuerpo de nuestras incógnitas; pero en esta ocasión el motivo de nuestra preocupación es el proceder de organizaciones sociales –que estimamos politizadas-, agentes culturales –que suponemos informados-, ámbitos académicos y científicos –que intuimos como inquietos perseguidores de la verdad- y militantes políticos -que los creemos sedientos de cambios estructurales al servicio del buen vivir.
Aunque probablemente urja definir con anterioridad, qué entendemos por realidad, necedad, contumacia, esquizofrenia y términos que revelan cierta predisposición a rechazar fenómenos concretos en función de mantener vivo el cadáver alucinatorio del propio deseo -muchas veces refutado por la imperativa verdad-; puesto que advertimos sin temor a equivocarnos, que nuestras preguntas -sin previas definiciones concretas que operen como analizadores esenciales- corren el riesgo de un trágico destino: el de no hallar respuestas reveladoras para el entendimiento antes mencionado.
Si suponemos que la realidad es lo que existe efectivamente en contraposición al terreno de la fantasía, la imaginación o la ilusión, alejándonos de apreciaciones filosóficas -puesto que determinar lo real ha sido motivo de preocupación de muchísimos pensadores y corrientes de pensamiento sin haber logrado arribar a conclusiones definitivas a lo largo de la historia humana-, confiamos que podríamos aproximarnos a resultados que al menos nos permitan saciar el apetito cognitivo, aunque no lleguemos a obtener respuestas inmediatas y palpables.
No obstante, probablemente sea oportuno mencionar que Jacques Lacan diferenciaba lo real de la realidad. Para el psiquiatra y psicoanalista francés lo real era el conjunto de cosas independientemente de que las personas las perciban, y a la realidad la definía como las cosas tal como las percibimos. Por tanto lo real sería aquello que existe mas allá de nosotros, sin nuestra interferencia ni incidencia; y a la realidad podríamos entenderla como todo lo que nosotros creemos que es.
A pesar de negarnos a penetrar en el terreno pantanoso de la filosofía, quizás convenga recordar que para Platón la realidad trascendía la experiencia y por ello distinguía la realidad “sensible e imperfecta” captada por los sentidos, y la realidad del “mundo de las ideas”, considerando a estas últimas, eternas e inmutables; de lo cual se deduce que habría una realidad terrenal y otra supra terrenal. En cambio para Aristóteles la realidad sería solo racional y los sentidos no intervendrían en la aprehensión de la misma. Pero en contraste al pensamiento griego, Immanuel Kant sostenía que era la experiencia quien encaminaba al sujeto hacia la realidad: el acceso a lo real como resultado de la experiencia. Y Rene Descartes consideraba verdadera la existencia de cosas inmateriales como las ideas, que eran realidades en sí mismas, tal como las existentes en el mundo de lo concreto.
Tenemos entonces que en última instancia se podría considerar que al menos habría dos universos: uno concreto y material (lo real) y otro abstracto relacionado con lo espiritual e ideal (realidad). En consecuencia nos vemos obligados a señalar que cuando nombramos la realidad -en este texto- nos referimos a la acepción lacaniana aquí señalada, con el obvio propósito de no dejar sospechas sembradas al momento de arribar a posibles conclusiones respecto al tema abordado, y porque necesitamos dejar bien claro, ante inesperadas polémicas con nuestras observaciones, que “el que avisa no traiciona”, y que para contextualizar cualquier discernimiento “mas vale pájaro en mano que cien volando”.
Teniendo en cuenta las aclaraciones manifestadas en el apartado anterior el concepto de “lo real” sería el instrumento adecuado para ingresar en la maraña de conjeturas que irremediablemente suele aparecer cuando se cuestionan comportamientos alineados al de “realidad” citado en los párrafos precedentes; en este marco podríamos afirmar por ejemplo que la partidocracia sería un fenómeno producido en el seno de los sectores dominantes como resultado de la concentración de poder en reducidos grupos privilegiados, alejados de los intereses populares, cuyos representantes constituidos en partidócratas, funcionarían como operadores políticos de esos intereses aglutinados en pocas manos, y que tanto sus decisiones como metodología podrían impactar negativamente en el destino de las masas aferradas a su “realidad” y desprendidas de “lo real”.
Solo así pareciera explicarse ese fenómeno político social denominado “la grieta” o bipartidismo, tan particular de países republicanos, democráticos y capitalistas, ya que para quienes entran en ese esquema binario, Satán sería Dios y viceversa, sin poder vislumbrar que ambos no pertenecen al mundo de lo real, ya que resultaría un tanto ilusorio confiar en que un puñado de millonarios –de un lado y del otro- velen por el bienestar de los sectores cada vez mas empobrecidos por causa del enriquecimiento no solo de empresarios amigos, sino de dirigentes partidócratas, portadores de discursos neo populares, neo liberales o neo nacionalistas.
En esta dirección surgen las preguntas en relación a los grupos que cuentan con marcos teóricos o datos científicos, o que yacen imbuidos de deseos libertarios, o que intervienen en el ámbito cultural con sorprendentes creaciones arraigadas en el sentir popular: ¿Por qué adherir a percepciones vinculadas al campo de lo irreal y no a los hechos propiamente dichos? ¿Por qué elegir el sendero de la mentira por el de la verdad a la hora del compromiso político?
Posiblemente la respuesta la hallemos en otra frase del pampa Larralde que reza: “Todo bagual se acomoda cuando dentra a garuar”. Y como presagio de lo que creemos debería ser, podemos citar el remate de la estrofa larraldiana: “Mas nunca habrán de hallar al pingo de mi sentir echando el anca al sufrir ni rajando al aguacero, lo que no aguante mi cuero hasta el hueso se ha de hundir”, para de esa forma significar que tal vez asirse de creencias y no de hechos podría ser no el resultado de una ciega convicción sino –y lo que consideramos mucho peor- comodidad, cobardía o hipocresía.
Con respecto a conductas contumaces, necias o rayanas a la necrofilia de aquellos grupos cuyo comportamiento en términos políticos aun no entendemos, probablemente sería interesante recordar que el gran filosofo italiano Antonio Gramsci diferenciaba dos tipos de comportamiento social: como masa y como colectivo, el primero es cuando un pueblo actúa sin tener conciencia de los fines de sus acciones, profundamente enajenado sin control de su accionar, es decir atropelladamente; el segundo es cuando un pueblo sabe cuales son sus fines y conoce el propósito de sus acciones, cuando se comporta con cierto grado de libertad sin entregar su destino a ídolo alguno, quizás el escaso desarrollo de comportamiento colectivo sea la explicación de conductas sociales enfermizas como las ya mencionadas .
De igual modo se podría observar el desaforado y excesivo afecto hacia líderes populares fallecidos por parte de los sectores antedichos, aparentemente impedidos de interpretar procesos y contextos históricos que habrían habilitado el protagonismo de aquellos personajes difuntos, y su representación de intereses tal vez difusos, cuya conmemoración carece de incidencia en el presente, y que pareciera atentar contra la discusión fructífera en cuanto a la construcción de nuevos paradigmas.
Nuevamente aquí hallaríamos la existencia de algo parecido a la realidad y al mismo tiempo a la mentira, pues la necrofilia como refugio intelectual no parecería ser una conducta innovadora o revolucionaria, dado que la evocación acrítica permanente de referentes muertos en sí misma adolece de valor transformador, en efecto, cualquier modificación en cualquier ámbito, no se realiza precisamente con ausencias. Probablemente sea la conducta necrófila la mejor aliada de la resignación, subsumiendo posibles liberaciones al letargo de la espera, la falsa resurrección y al legado de un pasado cada vez mas alejado de sensatos porvenires.
Ahora bien, caer en las trampas de la redundancia además de ser una patética demostración de falta de argumentos nos parece aburrido y carente de sentido, por lo tanto solo queda por agregar una duda más al gigantesco cúmulo de agujeros cognitivos que aceptamos poseer con pena y sin gloria: a lo mejor el desafío intelectual que verdaderamente nos interpela -y que configura la clave para la realización de objetivos superadores- es demostrar que lo real debería ser el territorio donde interferir e incidir, porque pareciera ser que , “la realidad baila sola en la mentira”.
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