EL VERSO Y LA MELODÍA

            Llega el final de la película 4×4. Una voz en off de las noticias te hace el anuncio: “el delincuente salió en libertad hoy”. La misión está cumplida: no solo se bajó línea pura y dura, también nos terminó de tratar a todos como imbéciles. No hay espacio para la reflexión ni el discernimiento, no te dejan nada picando, ellos te cierran la idea. La pedagogía de la película sigue hasta el final.

Y justo cuando me estoy peguntando por qué Peter Lanzani, que había hecho tan buen laburo en Gallo para esculapio, se mete a hacer estos bochornos; o qué lleva a Dady, tan Nac&Pop, a prestarse para esta basura punitivista; justo en eso momento escucho los aplausos del público. No fueron todos, pero nadie los calló. Sí, es el público del sábado por la noche. Sí, para ellos era esto o Capitana Marvel. Sí, estaban más preocupados por el tamaño de su balde de pochoclos que por las incongruencias técnicas de la propuesta. Pero aplaudieron, no solo a un mensaje nefasto, sino a unos guiones y unas actuaciones bochornosas.

……………….

“¿Y vos de qué lado estas?” Todo el tiempo te presionan desde los medios para que tomes posición. Un Boca-River eterno llevado a todos los temas.  Cada comunicador no pierde la oportunidad para decir lo suyo. “Lo que sea, pero que sea ya”. Luego de cada noticia, sea del tema que sea, el conductor del noticiero engola la voz y dice lo suyo: “Con los chicos no”. No reflexiona, no va a los ribetes del asunto. No se pregunta los “porqués”. No habla ni del sistema, ni de oprimidos. Dice algo contundente y conciso: “con los chicos no”. No hay manera que alguien lo contradiga ni se oponga. Apunta a la fibra mas intima de padres, abuelos o seres con sensibilidad. No importa si se está refiriendo a un caso de abuso o a un paro de maestros: “con los chicos no”. Palo y a la bolsa para el canal de la familia.

……………

Las chicas salen a dar su lucha. Se ponen el pañuelo verde, protestan por su derecho al aborto y en contra de los abusos machistas. Gritan, se pintan, se manifiestan. Se exacerban, se organizan y votan en asambleas. En la cara de la hipocresía del mundo dicen: “¿Libertad de expresión? ¿Espíritu crítico? ¿Compromiso? Bueno, esto es lo que yo pienso. Por esto yo me la juego”. Por eso gritan “muerte al macho”, “sí al aborto” o “queremos Educación Sexual Integral en las escuelas”. Y acto seguido deben dar explicaciones: que “no son todos los machos”, que “nadie te va a obligar a abortar” y que “las charlas de las ESI las van a dar gente que sabe”. Y así siguen explicando obviedades hasta el cansancio.

En esta sociedad literal hay que explicarlo todo. Supuestamente es para que no haya malos entendidos, pero en realidad no hay ninguna confusión: el sistema dominante inocula su aguja todos lo días, y todo aquello que se salga de la norma debe ser explicado y defendido hasta el hartazgo. A una sociedad que es tratada como niños de 10 años, que festeja la adolescencia eterna, las bajadas de línea impunes, los adoctrinamientos diarios, hay que explicarle todo hasta el cansancio. Para que luego de reiterar el mensaje mil veces, sin reflexión alguna se actúe casi por reflejo condicionado.

………………..

1963. Explota una bomba en Birmingham Alabama, en el sur norteamericano. Los supremasistas blancos intentan aleccionar a los negros que luchan por sus derechos. Hacen volar una iglesia y matan a cuatro chicas de entre 11 y 14 años.

El hecho estremece a la nación del norte y especialmente a los afroamericanos. Marthin Luther King, referente absoluto por esos años de aquella lucha, da un discurso encendido que va desde el dolor a la rabia y al reclamo.

Un mes después, en el programa televisivo “Jazz Casual”, John Coltrane estrena la pieza musical “Alabama”. Él no da ningún discurso, no es lo suyo. No da explicaciones. Nadie tuvo que orientar a la audiencia. Tampoco había un texto que haga referencia al hecho en la contratapa del LP “Live at Birdland” donde queda registrada la canción.

La melancolía del tema, sumado al nombre y al clima de época lo dice todo. La comunidad negra vibró con esas notas, sintió el dolor y percibió como quizás la música seguía la cadencia de la voz de aquel discurso del reverendo King. Los dos iban de la mano, desde la tristeza a la furia. Era una pintura que iba de la tranquilidad de cuatro niñas entrando en catequesis hasta el incordio de aquel atentado sin razón. No hizo falta que nadie les baje línea cuando escucharon por primera vez aquellos seis minutos desgarradores y hermosos. Todos sabían de qué se trataba aquello. Todos sabían en qué mundo estaban viviendo y contra quién se debían rebelar.