AMAS DE CRÍA Y NODRIZAS

AMAS DE CRÍA Y NODRIZAS

2019-06-05 Desactivado Por ElNidoDelCuco
















Por ARIEL STIEBEN

El recate de la memoria, la comprensión del sentido de la historia producida por los colectivos humanos, la percepción de ser parte de ella, no sólo como rescate de significados sino como algo que debe ser cultivado y transformado. El academicismo ha expropiado el linaje de nuestra sangre y nuestra memoria colectiva, debemos recuperar la ilusión de que no es un pecado vivir, ni luchar en una emoción condenada.

        En todas las ciudades de la Colonia las amas de cría negras amantaban a sus amitos blancos. Futuros encomenderos, conquistadores, comerciantes, militares, sacerdotes, abogados, “cabecean al compás, arrastrado de los arrorroes. A veces el canto no es más que un sonido gutural, de violonchelo humano, emitido a boca cerrada”, que adormece como una caricia.

Tan comunes debieron ser entre nosotros las amas negras, y tanto prolongaron su soberanía sobre los sueños y la crianza de sus amitos blancos, que Lucio V. Mansilla, al intentar la biografía de su tío Juan Manuel de Rosas, manifiesta que “no tomó leche de negra esclava, ni de mulata, ni de china”, deduciendo de ahí que tenía “sangre pura, por encarnación sexual y absorción sanguínea”, según una teoría que ha hecho sonreír a científicos, pero que coincide curiosamente con la de Fray Reginaldo de Lizárraga. Este fue a fines del siglo XVI, visitador de los conventos dominicos de la provincia del Perú, en las que estaban comprendidas las nuestras, y luego, a principios del XVII, obispo imperial de Chile, y obispo de Paraguay. Escribió después de haber recorrido vastísimos territorios, un libro con sus observaciones y recuerdos: ‘Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile’. Y en un capítulo se indigna por la abundancia de amas de color, asegurando que, si “a ningún mero español criase negra ni india, otras costumbres esperaríamos”. Pero de nada sirvieron los escritos de Reginaldo. No se puede atacar a las amas que están en todas partes “canturreando, adormeciendo, nutriendo a la naciente sociedad colonial”.

Las amas de cría negras, antes del fin se siglo XIX, fueron condenadas a la extinción y devoradas por el olvido. Inclusive el “arrorró” que todavía nos acuna les fue expropiado y ya nadie recuerda a quienes lo gestaron. Su origen se remonta a la época de los colonizadores, donde la nodriza esclava mecía en sus brazos al amito, cantándole en su expresiva lengua  bozalona “A-ro-ró” voz africana que repetían incansablemente las morenas, invitando al pequeño a dormir profundamente. Los negros en su media lengua, transformaban las palabras. En lugar de “dormir” decían “romí” y simplificaban aún más diciendo solamente “ro”. De ahí, pues que, en su forma imperativa, “A-rro-rró” significa: “A dormir, dormir” o “duérmete”.

Después del exterminio decretado sobre los negros y con la llegada de la inmigración, a fines del siglo XIX y principios del XX, las nuevas amas de cría y nodrizas tendrían otro color, y la palabra blanca. Los estratos más altos de la sociedad recurrieron, como siempre, al servicio doméstico para la crianza y educación de sus hijos. Las nodrizas, madres mozas, ofrecían sus senos y su leche al servicio de hijos ajenos. Provenían de los sectores más empobrecidos de la sociedad y dar de mamar era su trabajo. No obstante para obtener mejor paga, las nodrizas buscaban lactancias simultáneas, lo que perjudicaba la crianza de los hijos propios, la mayoría de ellos fallecían (dos tercios) por ausencia, y porque la lactancia y la salud se deterioraba por causa de la alimentación insuficiente. De nada servían las palabras de Alfredo Palacios, que en el Congreso de la Nación (1906) manifestaba que la leche materna es propiedad del hijo. En general, las nodrizas eran colocadas en las familias pro agencias que las ofrecían en los grandes periódicos de la época. El aviso cuidaba en señalar el origen como factor de calidad: inglesas, lombardas, vascas, italianas.

Hacia 1910, se leían avisos como el siguiente, en La Nación: “Ama robusta, recién llegada, leche de tres meses, joven, sueldo $80, se ofrece; otra italiana, de primer orden, leche de cinco meses; otra vasca, con excelentes informes de crianzas anteriores, leche de cuatro meses; otra inglesa, leche fresca, recomendada, sueldo $70 en la más antigua y acreditada agencia de Irene Gay. Partera. Todas las amas tienen certificado de asistencia pública”.

Cuando por 1925 la migración interna llenaba Buenos Aires de rostros morenos, los senos oscuros no eran parte del tipo de nodriza o ama de leche deseada. Eran parte de la América Mestiza cuyos linajes, en el imaginario de las clases dominantes, remontaban a la barbarie. Así, el hábito de alimentar a los niños con leche de nodriza comenzó a disminuir con lo cual la alimentación con leche artificial volvió a ser un tema preocupante para la sociedad.

  

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