MEMORIA DEL FUTURO

MEMORIA DEL FUTURO

2019-05-01 Desactivado Por ElNidoDelCuco
















Por ANDRÉS GARCÍA

Uno no elije qué soñar. Los sueños lo eligen a uno. Uno se acuesta y se abandona al relajo, y ahí es donde esa misteriosa máquina que es el cuerpo humano nos transporta a una dimensión desconocida donde todo es posible, donde lo imposible es el denominador común, allí donde nuestros más profundos secretos y anhelos son la materia prima de la sustancia onírica.

           Thomas Eliot decía que la utilidad de la memoria era la liberación del futuro, porque la historia puede ser servidumbre o puede ser libertad. Sin embargo la memoria no se construye sola, y en este sentido a veces es más importante qué se elige olvidar. La memoria sin el olvido, puede convertirse en un infierno inútil como el de Funes el memorioso, que no tenía tiempo para pensar, porque el olvido es el tiempo libre del pensamiento, de la reflexión. El recuerdo está tallado por el olvido, como una escultura. La memoria es una huella, una pisada del olvido en la arena del inconsciente.

Ahora, no seamos ingenuos. Hay políticas de la memoria, revisionismos históricos e instituciones del olvido. No hay una sola memoria, ni una sola versión de la historia. Las verdades absolutas no existen (aunque esto sea absolutamente cierto). La memoria no está castrada. Está cargada de emociones, pasiones y sentimientos. Es una huella que late, una herida que sangra, una cicatriz insensible o nostalgias en un álbum de fotos. Por eso reaccionamos cuando nos dicen que mejor es olvidar, que mejor borrón y cuenta nueva, como si fuesen números en una libreta. Nada más falso que comenzar con la memoria en cero. Nada más peligroso para la liberación del futuro de la que hablaba Eliot.

En los pliegues de la memoria está el duelo del pasado que forma la experiencia y nos libera de tropezar dos veces con la misma piedra, a la vez que nos permite ser protagonistas de un amor fati. También hace guardia una memoria castrense, de rencor y resentimiento, revanchista, que gira en los círculos del infierno dantesco de la repetición del pasado, convirtiéndonos en espectadores de una servidumbre consentida. Y hay también una memoria del futuro, a veces épica, a veces apocalíptica, que nos hace fuertes en la  alegría, o nos debilita en la tristeza.

¿Memoria del futuro? Sí. Como oráculo, como deseo premonitorio, pero jamás como certeza. De alguna manera la memoria del futuro son nuestros sueños, sueños épicos, sueños imposibles, esos que se sueñan con los ojos abiertos. Esos que serán la memoria de lo que ocurra después, aunque nunca sea igual a lo soñado. Sueños que transforman a la humanidad y a la historia. Sueños inconmensurables como los de un Sócrates, un Mozart, un Napoleón, un Miguel Ángel, un Buda, un Che Guevara, un Ramón Carrillo, una Eva Duarte… Sueños que no son masturbatorios sino que empujan a la acción, sueños que se hacen colectivos y dejan una huella indeleble en la historia a través de su transformación.

Pero siempre está en guardia esa memoria castrense. Los empequeñecedores de la humanidad, los susurradores de odio y los taxidermistas del alma truecan esos sueños imposibles en grandes pesadillas, en verdaderas apocalipsis. De esas en la que uno no puede despertar a fuerza de voluntad. Son el espíritu del resentimiento. Sin épica. Sin alma. Memoria degenerada como la carne en descomposición.

Las pesadillas tienen un horroroso realismo. Son la contracara de los sueños imposibles, que están lanzados hacia el futuro con fuerza creativa. Y esa minoría degenerada de la humanidad ataca las fuerzas creativas y destruye su impulso, anclándola a un presente de espíritu miserable, de sueños fugaces y bananeros, de orgías protagonizadas por eyaculadores precoces. Este comienzo de siglo vio morir en el anterior el romanticismo revolucionario y está atrapado en una pesadilla de dimensiones dantescas. Hundido en una ideología antropófaga que censura y persigue a los soñadores de lo imposible. Hacedores de una memoria trascendental.

En definitiva este es el motor de la Historia, esta contradicción, esta lucha entre sueños imposibles y pesadillas. Entre un futuro posible o una memoria muerta. Entre épica o resentimiento.

Estamos condenados a elegir, diría un existencialista, entre un duelo con épica, o una repetición apocalíptica. Dos tipos de memoria, dos formas de vida. Libres o esclavos nos hará la memoria más allá de lo que pase en el mundo. Depende cómo soñemos esa memoria hacia el futuro. Depende qué huellas deje el olvido.

Y ojo, que la memoria no nos libera si no es subversiva, y el olvido nos vuelve idiotas si no es revolucionario.

  

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