IDEAS, ARTE Y LETRAS EN LA REVISTA CRISIS
2018-12-17 Desactivado Por ElNidoDelCuco
Por RAMONA SOTO
El Nido del Cuco recuerda y rinde homenaje a una revista que ha hecho historia en la Argentina.
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El mundo ya había estallado y tiraba esquirlas por todos lados. La Argentina había recuperado la democracia después de las dictaduras de Onganía, Levinston y Lanusse, pero la sensación que se vivía era la misma que estar sentado sobre un polvorín; movimientos guerrilleros, peronistas, de izquierda, la “peronización” de los sectores progresistas, la aparición de grupos de ultraderecha, la disputa entre los que querían una “patria socialista” y una “patria peronista”. Así estábamos cuando en mayo de 1973 salió el primer número de la revista Crisis, apenas dos meses después del triunfo del “tío” Héctor Cámpora. Imposible entonces encontrar un nombre mejor para la revista.
Crisis en su origen fue el proyecto de Federico Vogelius, un empresario coleccionista de arte y de material histórico argentino. Era amigo de escritores como Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato, pero para su proyecto editorial eligió a un joven escritor y periodista uruguayo que venía en busca de mejores aires a los que se vivían en el Uruguay del presidente Juan María Bordaberry. Se trataba de Eduardo Galeano. El autor de Las venas abiertas de América Latina convocó a su vez al poeta Juan Gelman, a los periodistas Juan Constenla, al ilustrador uruguayo Hermenegildo Sabat, y así comenzó una aventura que en la primera época (convertida definitivamente en mito) sólo culminaría en plena dictadura de Videla.
NOMBRES PROPIOS
Por la revista Crisis pasó lo mejor de la cultura latinoamericana de los años ´70. En esa publicación confluyeron distintas generaciones de escritores, pensadores y artistas de todo el continente. La revista consiguió algo que parecía imposible; hacer de una publicación cultural un medio masivo. Llegó a vender más de veinte mil ejemplares en toda América Latina.
Crisis aglutinó y publicó a los escritores del “boom” latinoamericano (especialmente a García Márquez y Cortazar); a poetas populares como Mario Benedetti, Pablo Neruda, Ernesto Cardenal, Vinicius de Moraes; a escritores consagrados como Juan Rulfo, Jorge Amado. Pero también abrió el juego a los “escritores jóvenes” de entonces; Jorge Asís, Juan Martini, Ricardo Piglia, Liliana Hecker, los hermanos Lamborghini, Luis Gusmán, Carlos Domínguez, el “poeta” Elvio Gandolfo (todavía no había publicado narrativa), el “ilustrador” Roberto Fontanarrosa, entre muchos otros. Incluso llegaron a publicar un texto del mejicano Juan Villoro cuando éste apenas tenía 18 años.
Otro logro importante de Crisis fue rescatar el pensamiento latinoamericano, especialmente el argentino. Quienes leían Crisis sabían perfectamente quienes eran Jauretche (muerto en esos años), Raúl Scalabrini Ortiz, Juan José Hernandez Arregui, Norberto Galasso, Fermín Chávez, John William Cooke. Y también en ese terreno se abrió el juego a los más jóvenes: Aníbal Ford (que reemplazó a Constenla como secretario de redacción), Heribeo Muraro, Jorge B. Rivera, Pepe Eliaschev y hasta una crítica que entonces firmaba “Beatriz Sarlo Sabajanes”.
Sin embargo, el gran hallazgo de Crisis fue el de incorporar las voces del pueblo al campo de la cultura. Su proyecto de cultura popular incluía escritores e intelectuales pero también buscaba dar voz a sectores habitualmente marginados; los internados en psiquiátricos, los campesinos, las prostitutas, los mendigos, los artesanos, los presos. Esas voces que, unidas a los intelectuales y estudiantes, iban a hacer la revolución, ese sueño eterno.
LAS OLAS
Con un diseño tradicional, que por momentos recordaba a la francesa Magazine Litéraire de esos años, con mala calidad de impresión fotográfica y un gran espacio para la ilustración (al punto de regalar una serigrafía todos los números), Crisis construyó un estilo de cultura, una forma de entenderla e interpretarla. Se daba por descontado el interés de todos los artistas por la revolución y el cambio social. Sorprende a un lector de hoy ver el decidido enrolamiento de la revista con las vertientes de izquierda del campo popular. Había un ataque constante a la publicidad, a la cultura norteamericana tradicional, a la “generación Pepsi”, a la televisión pasatista, a todo aquello que tuviera un tufo comercial y que, en definitiva, era lo que más disfrutaba la clase media argentina no intelectualizada. Mientras Crisis pudo incorporar los intereses y problemas de las clases marginadas, no pudo ni quiso entender los gustos e intereses de la clase media.
En cuanto a lo literario, Crisis mostró una amplitud estética inusual. No se planteaba polémicas alrededor de las poéticas de los autores. Incluso autores “reaccionarios” como Borges o Bioy Casares fueron publicados. La única literatura dejada afuera era la más tilinga de la burguesía, aquella que entonces inundaba los suplementos culturales de La Nación y de La Prensa.
Nunca, antes y después, América Latina estuvo tan unida en su cultura como con Crisis. Hoy nada sabemos de lo que se produce en Bolivia, en Paraguay, en El Salvador. Eso no ocurría entonces, donde siempre había espacio para mostrar las literaturas del continente y otras como las africanas (muchos años antes de que se pusiera de moda la onda étnica de los ´90).
Leer una Crisis es como subirse a una ola. Da vértigo la urgencia política, la pasión puesta en sus ideas, la insistencia en hacer una cultura comprometida mientras el país entraba en una vorágine de violencia cada vez más peligrosa: la renuncia de Cámpora, la muerte de Perón, el crecimiento de la Triple A, el ambiguo movimiento de la dirigencia montonera y finalmente el golpe de estado de 1976.
Las consecuencias no se hicieron esperar a pesar de la tosudez de Galeano de seguir adelante con la revista. Pero las muertes, las desapariciones y la censura terminaron con la publicación en ese mismo 1976. No sin antes dejar testimonio de la desaparición de Haroldo Conti y del polémico almuerzo del dictador Videla con Borges, Sábato y el Padre Castellani.
Galeano partió al exilio y Vogelius se quedó en la Argentina. Fue detenido, robado, torturado y desaparecido. Recobró la libertad en 1980. Con el regreso de la democracia, Vogelius volvió a soñar con reabrir Crisis pero su cáncer terminal parecía que no le iba a permitir cumplir su sueño. Los seis meses de vida que los médicos le habían predicho se convirtieron en dieciocho. Los suficientes para ver la salida de la nueva Crisis en abril de 1986. A los pocos días se murió. Los intelectuales de América Latina le deben, todavía, un merecido homenaje.
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