UNA DE SOTANAS. ¿Qué dirá el Santo Padre que vive en Roma?
2018-09-18 Desactivado Por ElNidoDelCucoPor Juan Perrotat
¿Tiene hoy la iglesia católica influencia real sobre las masas? ¿Conserva la capacidad de movilización de antaño? ¿Por qué Macri, desafiando al Papa, abrió la discusión sobre el aborto? Una idea común preocupa hoy a casi todas las autoridades de la iglesia; la caída del personal eclesiástico. Un proceso que se viene dando desde 1955 en adelante.
¿Qué dirá el Santo Padre que vive en Roma?
¿Tiene hoy la iglesia católica influencia real sobre las masas? ¿Conserva la capacidad de movilización de antaño? ¿Por qué Macri, desafiando al Papa, abrió la discusión sobre el aborto? Una idea común preocupa hoy a casi todas las autoridades de la Iglesia: la caída del personal eclesiástico. Un proceso que se viene dando desde 1955 en adelante. Según los datos aportados por el sociólogo Abelardo Soneira, la cantidad total de sacerdotes entre 1955 y 1995 pasó de 4.433 a 5.238. Mientras que en casi medio siglo la población total del país se duplicó, la Iglesia cuenta con sólo 805 sacerdotes más. Si sumáramos todo el personal eclesiástico y viéramos su evolución hasta el presente, la crisis es más significativa. Según un informe presentado en 2012 por el rector de la UCA a la Conferencia Episcopal Argentina, entre 1988 y 2012, el personal eclesiástico pasó de 18.372 personas a 13.932. En ese mismo período, se produce un importante incremento de unidades administrativas y territoriales bajo la jurisdicción de la iglesia católica, que pasan de 7.748 (2.277 parroquias y 5.220 iglesias y capillas) en 1988 a 12.624 (2.759 son parroquias y 9.865 iglesias y capillas). Es decir, mientras se establecen nuevas iglesias (5.137 nuevas instituciones entre 1988 y 2012) el personal para administrarlas disminuye (4.400 menos). No es de extrañar que muchas capillas en los barrios abran solo cuando hay misa, o que los mismos curas den misa en más de una capilla, porque la Iglesia se está quedando sin personal activo. No es el único síntoma de la crisis. Esta también se expresa en la virtual desaparición de sus organizaciones de masas y en la pérdida de capacidad de movilización.
LAS ORGANIZACIONES DE MASAS
La capacidad de intervención política de la iglesia católica argentina a lo largo del siglo XX se ha verificado en la vitalidad que otrora tuvieron sus frentes de masas. Basta con ver el derrotero de la Acción Católica Argentina (ACA) que fue fundada en 1931 y expresó una tendencia de centralización en una sola entidad de las distintas organizaciones eclesiásticas laicas que funcionaban simultáneamente. ACA será la organización eclesiástica más importante del país y la más representativa de la Iglesia hasta la actualidad, dado que ella aportó los cuadros que sostuvieron al resto de las organizaciones del laicado católico, como Cáritas, ACDE (Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa) o la Juventud Obrera Católica (JOC) entre otras. Cuando estas organizaciones no estuvieron ligadas orgánicamente a ACA, sus fundadores y dirigentes eran militantes y cuadros usualmente formados en Acción Católica. Es decir, provenían de su estructura. A su vez, ésta fue la organización que le permitió a la Iglesia tener una inserción de masas, al menos hasta la última dictadura militar.
El crecimiento de esta organización fue significativo en los veinticinco años que van desde 1930 a 1955. Si en 1933 ACA contaba con 19.788 socios a lo largo y ancho del país, para 1955 contaba con un total de 63.047. Sin embargo, tras la caída del Peronismo, Acción Católica atravesó un período de crisis interna que quedó reflejado en sus propias memorias. A fines de los ‘60 y comienzo de los ‘70 las ramas juveniles de ACA sufrieron un duro golpe: la Juventud de Estudiantes Secundarios y la Juventud universitaria de Acción Católica se disolvieron. A ésto le sigue la pérdida de influencia y la virtual disolución de la Juventud Obrera Católica (JOC). A comienzos de los ‘70, ACA ingresó en un proceso de reconstrucción interna, que se profundizó durante la etapa dictatorial. Esto desembocó a principios de los ‘80 en una normalización de su estructura a partir de la periódica realización de actividades internas propias, como misiones y campamentos. Sin embargo, ACA no tenía a la salida de su crisis el brillo de antaño; para fines de los ‘80 pertenecían a la Acción Católica Argentina unos 27.000 socios oficializados. Es decir, que el saldo de la crisis fue la pérdida de más de la mitad de la estructura con la que contaba treinta años atrás. La crisis también llevó a un cambio de la dinámica de construcción interna de la organización, que puede explicar su pérdida de influencia política. Desde la irrupción del peronismo, este partido se convirtió en un rival de ACA, que era la cantera de la que comenzó a sacar a buena parte de sus cuadros. Si ya en los ‘40 esto era un problema para la ACA, el golpe de 1955 profundizó ese proceso. La radicalización política de los ‘60 y ‘70 tensionó a la Acción Católica y sus militantes comenzaron a migrar a estructuras que resultaban peligrosas para la iglesia, desde Montoneros hasta las Ligas Agrarias. Por eso, en aquel período se decidió disolver los frentes juveniles de ACA. La reestructuración que comenzó en los ‘70 intentó suprimir este problema por la vía de amputar el costado más político de la ACA, que limitó su campo de intervención a actividades meramente doctrinales, centrando su actividad en tareas como la difusión del evangelio y disolviendo sus organizaciones estudiantiles o sindicales. Este proceso de mutación de ACA tuvo como consecuencia directa que al día de hoy la iglesia no cuente con sus propias organizaciones de masas. Por eso, hoy, su intervención política pasa directamente por Francisco y los vínculos que éste pueda trazar con distintos partidos y organizaciones del arco reformista, desde la CTEP y el Movimiento Evita, pasando por CCC y la CTA, hasta el propio peronismo. En otras palabras, el resultado que arrojó la crisis de los ‘70 fue la virtual disolución de las organizaciones con las que la Iglesia podía establecer una ligazón directa con las masas. La institución eclesiástica perdió el principal nexo que tenía disponible para interpelar a la ciudadanía a la hora de dar batallas políticas: Acción Católica.Esta debilidad explica, por un lado, una importante merma en la capacidad de movilización de la iglesia a la hora de la disputa política. También que la intervención electoral de la iglesia se limite a bendecir candidatos aquí y allá (desde Julián Domínguez y Gabriela Michetti a Randazzo y Gustavo Vera), cuyo éxito político es más bien escaso. Por eso mismo, Francisco se encuentra intentando rearmar al peronismo bajo su ala. Así y todo, no deja de ser una estructura que no podrá controlar plenamente.
LA IGLESIA EN LAS CALLES
La crisis de la iglesia católica argentina, que se verifica en la reducción del personal eclesiástico y en la desaparición de sus frentes de masas, repercute en su capacidad de movilización, que ha venido disminuyendo significativamente desde mediados del siglo XX. Esto impacta en la escasa presencia que ha tenido la iglesia en el debate por el aborto. La primera movilización de masas impulsada por la iglesia en la Argentina se remonta a la década del ‘30. Se trata de la celebración, en Buenos Aires, del XXXII Congreso Eucarístico Internacional en 1934, que contó con la presencia de Eugenio Pacelli, futuro Papa Pío XII. Esta manifestación fue una demostración de la consolidación del catolicismo como fuerza política de masas. No es un dato menor, si tenemos en cuenta que la organización que se encargó de motorizar este congreso (Acción Católica) había sido fundada apenas tres años antes. El número de asistentes no se conoce con precisión, pero se estima que en las procesiones del 12 de Octubre y el Domingo 14, la concentración superó el millón de personas.
Mucho se ha escrito acerca de la histórica marcha de Corpus Christi realizada el 11 de Junio de 1955 y las posteriores represalias de parte de las organizaciones peronistas, con captura de dirigentes opositores y quema de iglesias. Lo que era un acto de fe pública, realizado todos los años en la Plaza de Mayo, tomó una dinámica de manifestación política contra el gobierno peronista. Organizada y dirigida por sectores eclesiásticos (particularmente por ACA) aunque también contó con un fuerte aporte de la UCR y el Partido Socialista, la movilización nuevamente fue masiva. La iglesia logró colocar en las calles a 200.000 personas.
Las movilizaciones durante la presidencia de Frondizi por la educación laica o libre, también fueron motorizadas por la Iglesia. Allí, la disputa pasaba por la posibilidad de que las universidades privadas, instituciones que en su mayor parte eran católicas, pudieran otorgar títulos habilitantes. En este contexto, se desató una disputa política entre los sectores que pugnaban por la educación laica (liderados por la FUBA y los colegios secundarios) y la educación libre, direccionado por los sectores católicos. Esto derivó en la marcha organizada por el Comité de Defensa de la Enseñanza Libre, una entidad liderada por el Arzobispo de La Plata, Monseñor Plaza. Según datos de la Policía Federal, se congregaron unas 60.000 personas en la Plaza Congreso. Tras los discursos, las columnas marcharon hacia la Casa de Gobierno, donde una delegación se entrevistó con el presidente. En la disputa se impuso la Iglesia, que consiguió que el Estado habilite a las universidades privadas a expedir títulos habilitantes.
La iglesia volverá a retomar la movilización callejera hacia 1986, cuando Raúl Alfonsín promoviera la legalización del divorcio. En esta disputa, la Iglesia Católica vuelve a colocarse como dirección de la oposición al proyecto a través de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA). En Julio de ese año convocó a unas 40.000 personas a Plaza de Mayo frente a la Catedral Metropolitana que recibieron a la virgen de Luján, traída desde la basílica por el arzobispo Ogñenovich, uno de los voceros de la Iglesia en su disputa contra el divorcio. El organizador de dicha movilización fue el entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Aramburu. En vísperas del debate parlamentario, fue organizado el Frente Cívico por la Familia. Además en ese mismo año se crearon nuevos grupos y, en Marzo, bajo la dirección del arzobispo por Mercedes, Emilio Ogñenovich, se fundó el Frente para la Familia, que agrupó a 20 instituciones y fue el encargado de coordinar las tareas de la campaña “Defensa de la Familia”. Las movilizaciones distaban de ser algo espontáneo.
El 14 de Julio de 2010, en la antesala del tratamiento de la Ley de Matrimonio Igualitario en el Senado, entre 40 y 50 mil personas se manifestaron para impedirlo. Nuevamente la iglesia a través del Departamento de Laicos de la Conferencia Episcopal Argentina (DEPLAI) se encargó de coordinar esta acción. Allí, uno de los principales oradores fue el actual Papa, Jorge Bergoglio, en ese momento arzobispo metropolitano. El rol jugado por la Iglesia en estas movilizaciones fue motivo de debate interno. En la asamblea de la CEA donde se votó la posición de la institución, Bergoglio proponía una oposición más discreta a este proyecto de ley. A esta propuesta, se le oponía la del arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, que sostenía que debía darse una oposición frontal. Se terminó resolviendo mediante una votación, donde la posición de Aguer salió victoriosa. El dato no es menor, ya que en el debate por el aborto se impuso la posición contraria. Considerándola una batalla perdida, al menos de cara a la opinión pública, la Iglesia católica, con una capacidad de movilización muy atenuada, decidió relegar el lugar de dirección para minimizar daños. Las movilizaciones más importantes en contra del aborto transcurrieron el Domingo 25 de Marzo y el Domingo 20 de Mayo de este año. La primera comenzó en Plaza Italia, para terminar en la Facultad de Derecho. La segunda, tuvo su concentración final frente al Congreso. Se estima una convocatoria que oscila entre 20 y 50 mil personas. Hubo movilizaciones menores también en la Provincia de Buenos Aires y en otros puntos del interior. Sin embargo, la dirección en este caso no fue asumida por la iglesia católica sino por las iglesias evangelistas, a través de la Alianza Cristiana de iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA). Esta entidad estuvo acompañada por distintas ONGs Pro Vida que participaron de las convocatorias, cuyos lazos con la iglesia católica no son, al menos públicamente, tan notorios. A diferencia de los anteriores conflictos, ni la CEA ni las autoridades eclesiásticas se mostraron abierta y públicamente como dirección del movimiento, aunque, desde Francisco hasta los dirigentes sociales vinculados al Vaticano, pasando por obispos y sacerdotes, sí se han posicionado en contra del aborto. Como señalamos, esta vez se impuso la línea de Bergoglio frente a la de Aguer en la CEA y la Iglesia decidió tomar un segundo plano en la disputa política. La rebeldía de Aguer, quien denunció públicamente la tibia posición episcopal y convocó a la movilización Pro Vida, le costó caro; en los últimos días de Mayo terminó renunciando a su cargo.
Este breve repaso por algunos hitos de la movilización eclesiástica en la Argentina del siglo XX nos muestra un aspecto más de la pérdida de influencia social y política de la Iglesia católica. De movilizar millones, o al menos cientos de miles en cada disputa política, la iglesia pasó a convocar a unas pocas decenas de miles en un contexto en el que la población metropolitana se multiplicó por cuatro. Eso no sólo explica por qué Macri se le animó a Francisco, nada menos que al Papa, sino también por qué la Iglesia católica ha decidido no dar abiertamente batalla contra ese proyecto de ley, cediendo la dirección del combate callejero a los evangelistas.
UN PERONISTA EN EL VATICANO
La pérdida de influencia de la iglesia católica no es sólo nacional, sino internacional. No es casual que Jorge Bergoglio, el Papa Francisco, haya llegado al Vaticano en 2013. El Papa Francisco, apelando a los métodos bonapartistas pretende lavarle la cara a una institución predicando la austeridad y en compromiso con los que menos tienen. Sin embargo, el éxito en la Argentina de esta estrategia es más bien dudoso: hasta ahora, cada candidato bendecido por Francisco fue derrotado en las urnas. Su intento de unificar a la oposición anti-macrista no ha tenido demasiado éxito y su debilidad es tan notoria que Macri se da el lujo de poner en crisis su armado con lo que fue el debate sobre la legalización del aborto. Habiendo la iglesia perdido su capacidad de organizar y movilizar masas, hoy ni siquiera puede salir a combatir ningún proyecto. En el mejor de los casos, si la crisis económica se acelera y profundiza, quizá algún amigo del Papa pueda unificar y encabezar un frente opositor al macrismo. Seguirá siendo, sin embargo, una estructura prestada. Una Iglesia con capacidad de organizar y movilizar masas parece ser cosa del pasado.