LA MÚSICA Y LO SAGRADO

         Por diversas razones, en Occidente, hablar de lo denominado “sagrado” y sus sinónimos: lo inefable, dios, lo espiritual, el creador, la creación… En muchos sentidos es o poco serio, o poco importante. La civilización occidental ha logrado que todo lo que nos acerque a lo esencial sea, por lo menos, sospechoso.

De la mano del dogmatismo monoteísta y el afecto hacia el pensamiento positivista, casi todos los occidentales hemos perdido nuestro centro. Pero, por suerte amigos, ahí está el arte para rescatarnos. El arte sí está cerca de lo esencial, dado que surge desde el espíritu del artista, desde su corazón, el centro espiritual del ser humano. Esto está muy claro en todas las enseñanzas que se hallan dentro de la tradición primordial: Alquimia, Hermetismo, Cabala, Gnosticismo y las religiones adánicas: Judaísmo, Cristianismo e Islamismo.

No confundamos lo que dicen los maestros espirituales como Cristo, Buda, Mahoma y demás con lo que luego nos han enseñado. La musica, en particular, es una celebración de que el ser humano está insuflado de espíritu, que es un reflejo de los sagrado y de que, con disciplina, puede habitar allí.

A veces pienso en mi guitarra como una llave para entrar al mundo perfecto. Antes usaba metáforas como La Tierra del Nunca Jamás de Peter Pan, o cosas por el estilo que, si bien pueden asociarse a la necesidad de una infancia feliz, también pueden ser un símbolo de lo bello que es contemplar lo sagrado, la luz, el opus, la plenitud. Esa palabra, plenitud, pleroma, en griego, es la clave.

Con la música, la música que es profunda, seria, no vulgar y con esto no hablo de nada complejo, sino que parta de artistas comprometidos y no de un sello multinacional con ganas de enriquecerse, nos volvemos seres más completos. Nos completa. Sin esta parte somos autómatas, muñecos de trapo sin alma.

El músico transmuta su dolor, sus penas y alegrías en música, al igual que en la Alquimia, intenta transmutar el plomo que simboliza lo burdo, en oro: lo valioso. Hablo de manera simbólica, no literal. Una escucha anagógica de la música, es decir, que nos señale el camino hacia arriba, es necesaria, más que nunca en este mundo donde la tecnología tomó el lugar de nuestras almas.

¡Viva el arte! ¡Viva la música!, que es el único arte que no alude a nada, como lo inefable.