TIM BURTON. El delirante precio de la autobiografía
2018-08-16 Desactivado Por ElNidoDelCucoBurton es Edward, un joven hijo de Shelley ( alusión a Frankestein) , sin manos que se recluta de las superficialidades del mundo moderno en un castillo gótico. O es Ischabod, quien detesta la sangre y es un investigador provisto de delirantes elementos para resolver su caso. O es Jack, quien desea hacer una navidad pero le sale como Halloween, y sólo logra aterrar a los niños. O Bruno Díaz, atormentado por sus pesadillas, como una especie de superhéroe existencial. pero es más que ninguno, el propio Ed Wood que persigue al deseo de plasmar en la pantalla sus propios y personales sueños.
Por Ariel Stieben
En el supuesto site oficial del excéntrico director norteamericano Tim Burton hay un dibujito simpático de fondo y nada más. Es vivaz y provocativo, aunque extraño y elocuente. Uno se pregunta qué hay detrás de esa página: como cualquier persona con ansia de conocimiento, desea dar vuelta la hoja vorazmente y continuar cargando el invisible archivo del intelecto. Cada película de Tim Burton delimita el marco que ha sabido crearse dentro de Hollywood ¿Pruebas? Para comenzar el final de una película: Ed Wood termina con un plano general sobre la ciudad costera norteamericana arrasada por una lluvia torrencial. La cámara sale del cine, en donde se acaba de proyectar la peor película de su historia, Plan 9 del espacio sideral. La cámara se eleva en un blanco y negro que cubre cada detalle y se choca contra el letrero gigante en la montaña: HOLLYWOOD. De la peor película, de un director sin talento (desde la perspectiva mercantilista), de lo oscuro, lo tenue, lo gótico, es decir, desde los suburbios de la industria, Babilonia o la máquina productora de sueños, nace ese engendro extraño, por supuesto, que se abrió paso en la industria cinematográfica con un estilo particular, singular y llevó a la pantalla grandes fantasías infantiles (El extraño mundo de Jack, El joven manos de tijera), historietas (Batman, Batman eternamente y un intento fallido de adaptar Superman), cuentos del siglo XVIII (El jinete sin cabeza de Irving), remakes que no funcionan desde la lógica de lo que es una remake (El planeta de los simios) y reivindicaciones del cine de ciencia ficción clase B de la década de los cincuenta (Marcianos al ataque).
Las películas de Burton responden a una lógica personal y biográfica fácil de detectar en un cine de autor post nouvelle vague (como en el caso de los franceses Resnais, Godard, Truffaut, Romher o Chabrol y, por qué no, el cine moderno alemán de Kluge, Herzog y Fassbinder) en donde las marcas, los elementos que forman la obra crean esa lógica de funcionamiento y que, a su vez, imponen comportamientos receptivos que trabajan en un ida y vuelta entre la obra y el público. Ese mecanismo se logra detectar en medios más periféricos, aunque el sociólogo Pierre Bourdieu argumente que las periferias, las vanguardias y lo establecido responden a esa lógica propia del campo en relación con el proyecto artístico creador, como los ya mencionados casos del cine francés y alemán, como también en el concepto de “nuevo cine argentino”. Ese entre (obra-publico) está llenado por la biografía; la subjetividad de la que escapa Bordieu para explicar las características del proyecto creador.
¿Qué sucede en Hollywood? Una industria responde a un funcionamiento fordista de reproducción en serie. Como ya está sabido, el trabajador está alienado, subordinado a una estructura mayor. Burton invierte esa regla de trabajo para imponerse como una suerte de artesano en las luces de colores. Un chico al que, misteriosamente, se le permite jugar con sus propios gustos desde las películas clase B, de terror y ciencia ficción, hasta la experimentación filosófica de los hermanos Quay y sus cortos de marionetas. “Parte de mi inspiración fue creciendo con películas sobre monstruos. Muchas de las que me gustaban, hicieron crecer mi imaginación. Muchas películas de terror son del estilo de imágenes que se imprimen en tu conciencia. Son como cuentos de hadas”.
Eso es Burton, un tipo que logra plasmar en cada una de sus películas ese llanto de niño ostra, un libro de cuentos infantiles, que no es otro que él mismo. No sólo es llanto sino risa de un tipo específico de funcionamiento histórico y social que se inscribe en el aparato mismo del entretenimiento masivo. Burton es Edward, un joven hijo de Shelley (alusión a Frankestein) sin manos, que se recluta de las superficialidades del mundo moderno en un castillo gótico. O es Ischabod, quien detesta la sangre y es un investigador provisto de delirantes elementos para resolver su caso. O es Jack, quien desea hacer una navidad pero le sale como Halloween y sólo logra aterrar a los niños. O Bruno Díaz, atormentado por sus pesadillas, como una especie de superhéroe existencial; pero es, más que ninguno, el propio Ed Wood, que persigue al deseo de plasmar en la pantalla sus propios y personales sueños.
EL GENIO
“…Es muy difícil escribir acerca de una persona a la que se aprecia y se respeta y se siente tan cercana. Es igualmente complicado explicar la relación de trabajo entre un actor y su director. Sólo diré que Tim Burton me rescató y que no necesita más que pronunciar unas pocas palabras desconectadas entre ellas, ladear su cabeza, entrecerrar sus ojos y lanzarme unas de esas miradas para que yo sepa lo que quiere de mí en determinada escena, y que siempre obtendrá de mí lo mejor que tengo para dar.
Es un artístico, genial, chiflado, demente, brillante, valiente, histéricamente divertido, leal, inconformista y honesto amigo. Le debo algo imposible de ser saldado y lo respeto mucho más de lo que puedo expresar por escrito. Nunca conocí a nadie tan obviamente fuera de lugar que encaje mejor en cualquier parte y, siempre, a su manera. Él es él y eso es todo. Y también es, sin lugar a dudas, el mejor imitador de Sammy Davis Jr. en todo el planeta.
En resumen: debo la mayor parte del éxito que conseguí en mi vida a Tim Burton…Por eso, no me importa cual será la película que Tim decida filmar. Si me necesita, allí estaré. Confío ciegamente en él, en su visión, en su gusto, su sentido del humor, su corazón y su cerebro. Es para mí un verdadero genio y no le adjudico semejante palabra a muchas personas, pueden creerme. No se puede etiquetar o definir lo que él hace. No es magia, porque eso implicaría algún tipo de truco. No es habilidad, porque no parece ser algo que haya aprendido. Lo que Burton tiene es un don muy especial, algo que no se ve todos los días. No alcanza con considerarlo un simple y gran director de cine. Por eso el raro título de genio le queda mejor…”
(Del actor Johnny Deep en el prólogo al libro de entrevistas ´Burton on Burton´. Editado por Mark Salisbury- Faber and Faber).
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