ERNIE PIKE, Un cronista épico sobre el mal absoluto: la guerra
2018-08-11 Desactivado Por ElNidoDelCucoEn estos tiempos de guerras televisadas en directo desde la comodidad de un hotel, donde apenas se vislumbran por la pantalla de CNN luces verdes y ráfagas distantes en la noche y donde el trabajo de los cronistas se reduce a reproducir informes oficiales, las crónicas de Ernie Pike nos recuerdan la extrema fragilidad del hombre que, ante el peor de los escenarios posibles, elige convertirse en héroe cuando salva a un amigo o enemigo, cuando rescata de entre los escombros de la miseria humana un luminoso retazo de dignidad.
Por Ariel Stieben
“Cada hombre realiza su propio combate, tanto en la paz como en la guerra. El resultado de ese combate se conoce al morir pues, según como se muere, se es vencedor o vencido. El cabo Mark Lenner, el teniente Bridge y todos los componentes de la patrulla fueron auténticos vencedores”, anota en su libreta un adusto Ernie Pike, saliendo casi del cuadrito final de uno de los capítulos de la saga titulada La patrulla. En esa aventura, ambientada en medio de la Segunda guerra Mundial, en Nueva Guinea, una patrulla australiana huye del ataque japonés en busca de la costa a la espera del arribo de un barco aliado salvador, pero es devastada en la huida y la ayuda nunca llega. Sin embargo, en mitad de la tragedia, a segundos del final inexorable, un par de hombres deciden preservar la ilusión de uno de los sobrevivientes, ciego por una explosión, en un gesto que invade de humanidad el sangriento epílogo.
Una historia que se repite, que nunca tiene vencedores, ni buenos ni malos, ni banderas, ni razas, apenas hombres lanzados a la muerte con un fusil en la mano ante la oscuridad total del verdadero enemigo: la guerra. Tal vez su mejor trabajo en conjunto, Ernie Pike es una creación de dos próceres de la historieta mundial, el guionista argentino Héctor Oesterheld y el dibujante italiano Hugo Pratt. Su protagonista, un corresponsal de guerra asqueado de la hipocresía de los uniformes y resuelto a romper con las falsas crónicas repletas de gloria, relata en sus notas historias pequeñas, las de soldados que en medio de una situación crítica buscan un resto de dignidad. Son hombres, después de todo, y están allí para matar y morir, pero son trabajadores, obreros, médicos, estudiantes; esos son los protagonistas de las crónicas de Ernie Pike, uno de los puntos más altos de la historieta argentina.
Para desarrollar su personaje, Oesterheld se basó en el trabajo de un verdadero cronista de guerra, de nombre Ernie Pyle, que recorrió varios frentes de batalla durante la gran guerra y dejó su impronta en la prensa estadounidense hasta pocos días antes del armisticio, cuando el disparo de un francotirador japonés lo mató en la isla de Okinawa. La obra de Pyle, ganadora del premio Pulitzer, llegó a los ojos de Oesterheld y el creador del Eternauta generó una saga extraordinaria cuyo puntal fue el soberbio trabajo de Hugo Pratt en la ambientación (se basó en un amplio archivo fotográfico “sustraído” accidentalmente en su paso por la redacción de un matutino) y en las escenas de batallas, verdaderos desgarros en cada página, atiborradas de sombras, cadáveres destrozados y sangre.
Para definir los rasgos de Pike, Pratt no miró demasiado lejos; vistió al propio Oesterheld con una gorrita militar y utilizó su rostro para inmortalizar a aquel cronista que iba por las ruinas de una guerra que dejaba cientos de historias para apuntar en su libreta. En la saga los hombres son plumas al viento, marionetas de un titiritero despiadado llamado guerra. A contramano de la demonización de los alemanes y japoneses, Oesterheld rescataba los gestos humanos atravesando los dos bandos en pugna; imposible olvidar ahora al soldado Helmuth Gruber, que elige morir en el paredón de su propio ejército antes de delatar un refugio donde se oculta una nena muy parecida a su hija, muerta en un bombardeo sobre Berlín, o a ese puñado de soldados brasileños que, atrapados por una patrulla nazi, mueren fusilados uno a uno sobre la nieve antes de confesar cualquier dato sobre tropas aliadas, como tampoco al guerrillero Denis, que es abatido en su bautismo de fuego en pleno sabotaje de un tren nazi para impresionar al líder de la resistencia.
Como muchas veces pasa después de un ciclo brillante; la historieta provocó un distanciamiento entre sus dos autores. Oesterheld continuó guionando aventuras de Pike con una docena de dibujantes (entre ellos Alberto Breccia y Solano López) y Pratt publicó en Europa parte de la saga adjudicándose la autoría completa. Sin embargo, pese al recelo que quedó entre ellos, las crónicas de Ernie Pike no sólo fueron el punto más alto en la obra de ambos creadores (por lo menos hasta que Oesterheld creó el Eternauta y Pratt hizo lo mismo con su Corto Maltés), también representó un punto de inflexión en la historieta de aventuras en la Argentina. Oesterheld era un tipo que tenía principios éticos bien firmes, principios que en sus historietas aparecían excesivamente subrayados. Su concepción de héroe era sumamente humanista y siempre la hizo explícita en su obra. Ernie Pike está hecho a contrapelo del cine bélico norteamericano y se contrapone también a la historieta de guerra más tradicional de la época. La última guerra mundial había terminado en 1945 y Oesterheld comienza esta historieta apenas diez años después, así que la guerra era algo bastante próximo. Además el conflicto de Corea también estaba bastante fresco, así que todo era muy cercano. La desarrolla en plena guerra fría, tema que jamás aparece en su obra. El enfrentamiento político de los ´50 de occidente versus el comunismo no aparece jamás en Oesterheld. En Ernie Pike el objeto mismo es la guerra. Es decir, el paso de la política a las armas. Eso, en Oesterheld, es el mal absoluto.
Hay un planteo muy distinto en él sobre la violencia a comparación de la lectura que tiene después. Por entonces piensa que la violencia que se expresa en las guerras mundiales es una violencia irracional, que no tiene justificación. Que en la guerra no hay causas justas ni injustas. Tampoco aquí aparece lo ideológico. Ernie Pike narra las pequeñas cosas que le pasan a individuos particulares, sin importar las jerarquías, ni la razón por la cual estaban peleando. Si la situación de guerra es inhumana por naturaleza, existe la posibilidad de salvar algo. ¿Salvar qué? Que esos tipos, puestos en una circunstancia terrible que no han elegido, puedan rescatar algo de humanidad. La noción de guerra justa, de violencia, va a ser un concepto posterior que tiene que ver con su descubrimiento de la política y que se expresan en la relectura del Eternauta y en La guerra de los Antartes, donde la violencia tiene un sentido diferente.
En estos tiempos de guerras televisadas en directo desde la comodidad de un hotel, donde apenas se vislumbran por la pantalla de CNN luces verdes y ráfagas distantes en la noche y donde el trabajo de los cronistas se reduce a reproducir informes oficiales, las crónicas de Ernie Pike nos recuerdan la extrema fragilidad del hombre que, ante el peor de los escenarios posibles, elige convertirse en héroe cuando salva a un amigo o enemigo, cuando rescata de entre los escombros de la miseria humana un luminoso retazo de dignidad.
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