ABORTO LEGAL

Por Lourdes Torres

No me voy a bañar: voy a permitir que la piel me siga impregnada de calle, de sudor, del festejo de estar juntes. La fiesta, que brota desde el tuétano y se hace flor y grito en el asfalto, es la nuestra. Nuestra la necesidad ser atravesades por la celebración en las cuerpas castigadas, juzgadas y sometidas.

En el recinto, un hedor engrosa las paredes y se vuelve intolerable. El resentimiento de unos pocos cobardes rancios nos separa por un año más del ejercicio legal del deseo. Legalidad para no gestar a la fuerza, para no despertarnos esposades a una cama de hospital rodeada de policías, para no morir. Nuestro deseo existe y estamos organizades para sostenerlo, para socorrernos cuando el abandono es espanto. Lo protegeremos más aún, ninguna iglesia lo aniquilará, ni dejándonos morir siquiera. Une que vive, une que salva a otre. Une que muere abortando, miles que brotan furioses de su memoria.

Habremos lagrimeado un poco esta madrugada, con los huesos atravesados por los clavos del agua helada, con la rabia madura de saber que no iba a ser aún y, sin embargo, permanecimos en abrazos en los umbrales de las casas, compartiendo calor, bebidas y cigarros, riendo nuestros rituales, apelando siempre a nosotres en primer lugar.

Nada termina aquí, ciegos los que piensan un final.