EDITORIAL. Número 2
2018-07-25 Desactivado Por ElNidoDelCucoLa mitad de la vida Furibundo Tempo la dedicó a aprender y la otra mitad a contar lo que había aprendido. Tenía la esperanza de todo viejo, que lo escuchen. Supo usar la historia como excusa, la ginebra como estimulante y los principios y códigos de barrio para lograr su propósito. Se metía en el pasado y asombraba a los académicos. Sin embargo, donde más brillaba era en la historia reciente, esa que todavía está caliente, la que todavía anida en la memoria de los ancianos.
Por Alejandro Braile
DIRECTOR
Chico Novarro no lo sabía pero la inspiración empezaba a hacer su trabajo y le tiraba las primeras estrofas de “un sábado más”. Corría el año 1967 y el Club Atlético Villa Tesei cumplía 20 años. El mundo estaba en otra cosa… Cassius Clay se rehusaba a cumplir con el servicio militar, Pink Floyd y Bee Gees lanzaban su primer álbum, Violeta Parra nos dejaba para siempre, Oliverio Girondo dejaba huérfana a la poesía y asesinaban en Bolivia al Ché. Mientras tanto en Buenos Aires los Gatos empezaban a sonar con “La balsa”, y las librerías de la Avenida Corrientes acomodaban en un rincón de la vidriera “Cien años de soledad” de un tal Gabriel García Márquez. Pero el Club Tesei cumplía 20 años y era otro mundo, mucho más lejano que los 20 kilómetros que lo separaban de las luces del centro, con héroes propios, esos que nacen en los barrios de mate cocido y kerosene. Futbolistas geniales, basquetbolistas implacables, bochadores quirúrgicos, milongueros que borraban la tristeza… Todos desfilarían en una noche que estaba edificada desde el recuerdo, pero faltaba uno, el más grande, el que supo, a puro talento, despertar desmedidas ilusiones en todo el oeste. El “Gancho Higuera”, el mejor boxeador de todos los tiempos… Aseguran todavía algunos que lo vieron.
Ocho combates como profesional, siete ganadas antes del límite y una por abandono, la cual motivó un gran debate en el ámbito boxístico. Higuera militaba la categoría Welter Junior (63.500 Kg). No se conoció actividad alguna en el amateurismo y debutó el sábado 17 de abril de 1965, en una pelea de semifondo, en el Club Atlético Villa Tesei. Ese día ganó por knock out en el segundo round, la particularidad del combate fue un eximio desplazamiento lateral del púgil, que al mismo tiempo lanzó su mano izquierda dibujando un signo de interrogación, poniendo fin al movimiento, como si fuera un punto, ahí donde terminan las costillas, en la zona blanda de su oponente se descargó una invisible potencia. El joven quedó inmóvil cuando recibió el golpe, trató de caminar pero su pierna derecha no le respondió, cayó y quedó hecho un ovillo. La cuenta superó largamente los 10 del aut y fue asistido para llegar al rincón. El título de una breve nota del periódico local trató de describir el episodio: “Tan efectivo, como afortunado el gancho de Higuera”. Sin embargo nada decía de la extraordinaria impresión que había causado el púgil a los casi trescientos espectadores. La segunda y tercera pelea las protagonizó como atracción estelar. “El gancho Higuera” había cortado mil quinientos y dos mil boletos respectivamente en esas noches y no defraudó, las dos terminaron en el tercer round, con la misma receta. La cuarta y quinta pelea se definieron por knock out en el cuarto asalto, el guante izquierdo dibujó un signo de interrogación en el aire e impactó, el oponente inmóvil y el efecto retardado. Ambos púgiles figuraban en el ranking nacional, las entradas se había agotado una semana antes de cada acontecimiento, “el gancho Higuera” era toda una personalidad en el oeste bonaerense. La sexta terminó en el tercero y llegó la séptima, la única que ganó por abandono. Con el estadio a reventar y alentando a Higuera a que lance su golpe mágico la multitud esperaba el desenlace, en el quinto round el puño izquierdo dibujó… faltaban treinta segundos para el fin del asalto. El oponente pareció no sentir el golpe y sonó la campana. En el rincón se empezaron a ver movimientos nerviosos, el boxeador mostraba una inusual rigidez en su pierna derecha, pasó el minuto y no se pudo parar y voló la toalla. El efecto del golpe llego un poco más tarde, pero llegó, eso fue knock out, sin embargo el juez dictaminó abandono en el sexto. La octava pelea abría una importante oportunidad internacional, Higuera ganó con su sello en el tercero. Jamás se supo que pasó, lo cierto fue que nunca más piso un ring, tampoco se lo vio más por las calles del barrio. Dicen que anduvo por Brasil y en Río de Janeiro conoció a una sueca y se fue a Europa. La noche de los primeros 20 años del Club Tesei dejó cientos de recuerdos flotando en el salón y una medalla, la más importante, colgada en el atril. Una historia trunca, sin embargo la potencia del recuerdo ha sido inigualable, los que presenciaron alguno de los ocho combates del Gancho Higuera repiten sin descanso, “fue lo más grande que vi”, y es verdad, todo lo otro, lo de los grandes campeones se lo habían contado.
Todavía en las esquinas del barrio hay muchachos que juegan a boxear, simulan golpes, uno de ellos levanta el puño izquierdo y dibuja en el aire un signo de interrogación…
La historia que nunca publicó Furibundo Tempo fue la del Gancho Higuera, alguna vez le dijo a este cronista que mantuvo reserva para no armar bardo, y me entregó una carpeta. Diez compromisos con forma de contrato y una reseña de una carilla, todo escrito a mano y en letra cursiva. Doce páginas escritas en letra cursiva, donde de la foja 2 a la 11 constaba el compromiso de participar en un espectáculo boxístico de ocho púgiles profesionales, un boxeador amateur y un promotor. El documento estaba titulado como “Unión transitoria de voluntades”, de sub título: Show de boxeo.
Lo que habían creado era sin más una cooperativa clandestina donde los firmantes se comprometieron a realizar peleas arregladas, donde siempre ganaba el mismo de una manera espectacular, eso sí, aclaraban que no se trataba de una competencia deportiva, solo usarían las reglas del boxeo profesional pero se trataba de un show, un espectáculo.
La primera reflexión de este cronista desemboco en la estafa, sin embargo cuando el viejo historiador me contó, entendí que a veces necesitamos esas sutiles modificaciones de la verdad.
“Me vinieron a ver y me contaron la idea, la compararon con “Titanes en el ring”… Qué tiene de malo, me dijeron, o acaso no podemos tener un campeón. Uno de acá, se imagina… Y lo imaginé, y me gustó. Higuera reunía todas las condiciones, era el más extraordinario actor que he visto, copiaba todos los movimientos a la perfección y además le inventaron un golpe, eso sí, no había que pegarle porque se sacaba los guantes y se iba. Lo del efecto retardado del gancho al hígado fue una genialidad. En la pelea que ganó por abandono la cosa se había complicado, pasó que el otro boxeador no sintió, ni vio el golpe, y tuvo que hacer la actuación sentado en el rincón. Lo pesado fue aguantar la presión en las últimas peleas, el ruido había llegado al Luna Park y vinieron a ver al nuevo fenómeno del oeste, se lo querían llevar a toda costa, ahí la cooperativa decidió que no iba más. No fue un engaño, la gente era feliz de verdad, todos estaban contentos de que en su barrio viviera el mejor y que en todas las esquinas se hablara de la pelea del sábado. Siempre lo mejor es lo que viene de afuera. Tantas veces nos vendieron gato por liebre, esta vez fue liebre por gato. Quien le saca a esa generación al Gancho Higuera, nadie, porque van a seguir diciendo que al mejor boxeador del mundo lo vieron aquí, en el club Tesei.”
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