Rock y Peronismo: la primera vez no siempre es la mejor

Rock y Peronismo: la primera vez no siempre es la mejor

2018-05-27 Desactivado Por ElNidoDelCuco

Ese año de 1973, donde por unos meses se respiro un aire de libertad, donde la dictadura que había asaltado el poder en 1966 se retiraba con penas y sin gloria alguna, donde se producen grandes manifestaciones con participación de sectores juveniles, fue el año donde la efervescencia política inundo todo, y el  rock, que en su versión argentina tenía apenas 4 años aproximadamente, no estuvo fuera de ese torbellino.

Por Facundo García

 

 

“Compañero, toma mi fusil
ven y abraza a tu General
¿no ves que el tiempo se quedo a vivir?”

(Camino difícil, Emilio del Guercio, Almendra II)

           El 31 de marzo de 1973 , se organiza en el estadio de Argentinos Junior, el festival del Triunfo Peronista, convocado por la Brigada Juventud Peronista,  en cuyo  programa, invitaba al joven argentino (sic) a disfrutar de lo que en ese momento se llamaba “Música Moderna”. La lista de artistas y conjuntos a presentarse ese día era: Aquelarre, Billy Bond y la pesada, Pappos Blues, Pescado Rabioso, Sui Generis, Dulces, La banda del Oeste, León Gieco, entre otros.

Héctor Cámpora ganó la elección presidencial  por más del 50 % de los votos sobre el candidato radical Ricardo Balbín. Lanusse ofreció su último discurso en nombre de “un gobierno que no eligieron pero que les dio la posibilidad de elegir” y, un día después, el nuevo presidente prometió ser “solidario con las luchas antiimperialistas que llevan a cabo los pueblos para abolir las viejas y nuevas formas de colonialismo” ante la mirada del presidente cubano Osvaldo Dorticós, y del mandatario chileno Salvador Allende, a quien le quedaban cuatro meses de gobierno y de vida. Ese día hubo muertos, heridos de bala y un indulto de emergencia para liberar a casi 300 presos reclamados por miles de personas que se agruparon en las puertas de la cárcel de Devoto.

No hay otro momento en la historia donde el rock y el peronismo hayan estado  más cerca, y como a la mayoría de los habitantes de este país que salían de décadas de prescripción, para el rock se abría  un terreno de libertades nunca experimentado por la juventud.  Por ese entonces, León Gieco contaba orgulloso a quien quisiera  oírlo  que él conocía a Cámpora de su trabajo en Entel, cuando el tío fue una noche  a enviarle un Telex a Perón, Julio Bortnik, interventor de Canal 7, le propuso a Pedro y Pablo escribir y grabar un tema que llevase por título La marcha del retorno, oferta que el dúo declinó y no hacía mucho tiempo unos jóvenes, Luis Alberto Spinetta y Emilio Del Guercio, compartían militancia con Chacho Alvarez, Carlos Grosso y Rodolfo Galimberti en el  JAEN ( Juventudes Argentinas por la Emancipación Nacional , corriente que terminaría uniéndose  a Montoneros)

Cuenta el productor Jorge Álvarez, organizador del festival: “Perón me pidió si yo podía organizarle un concierto de rock para presentar la fórmula de Solano Lima con Cámpora. Yo le dije que había sido antiperonista toda la vida, pero que ahora estaba de vuelta. Finalmente lo organicé, y ver a ambos arriba de un escenario junto a La Pesada del Rock fue algo surrealista”(1) . A último momento, el vicepresidente Solano Lima se sumaría con un discurso de 15 minutos.

Distintas columnas de la Juventud Peronista se acercaron al estadio, con  consignas de época, “Peron o Muerte”,  “Liberación o Dependencia”, pero finalmente muchos problemas técnicos fueron sacándole tiempo a las bandas hasta que finalmente la lluvia hizo que se suspendiera el  festival.

Solo llegaron a tocar La Banda del Oeste, cuyo baterista tuvo su set personal leyendo un texto de Perón sobre la juventud, y La Pesada del Rock and Roll. El cantante Billy Bond reconoció haber aceptado la invitación debido a que él y sus compañeros de La Pesada eran peronistas, porque “nos daba lo mismo y porque no nos molestaba ver qué pasaba con la vuelta de Perón” (2). El recuerdo de su participación en el evento es un claro reflejo de las intensas pujas que vivía el justicialismo en esos días:

“Antes de subir al escenario, un tipo me dijo que gritara ‘Viva Evita’ cuando fuera al palco. Bueno, está bien. Al minuto llegó otro que me dice que ni se me ocurra hablar de Evita, que mencionara a Isabelita. Y otro me pide que nombre a Cámpora. ¡Ese día me confundieron tanto que terminé yéndome a Brasil al poco tiempo!” (3)

 

El productor Jorge Álvarez prefirió decir que “es preciso desechar cualquier sospecha de oportunismo en la adhesión del rock al triunfo justicialista. Será una manera de desmentir la confundida idea de que los chicos del rock están en la pavada”, aunque luego reconocería que los rockeros de esa época “eran medio gorilas” (4).

Como  por ejemplo Charly García, confeso anti peronista a raíz de la persecución que sufrió su padre por negarse a que los empleados de su fabrica llevaran el luto por la muerte de Evita. Pero el festival encontraba a Sui Generis  en pleno ascenso (recién  más tarde ese año se editaría Confesiones de Invierno, su segundo disco), y desde ese lugar  y al igual que Billy Bond, García daba cuenta de las contradicciones de un movimiento  que estaba a poco de quebrarse : “Yo no quería ir a tocar allí, pero como fueron todos los grupos de rock, también fui. No me gustaba la onda. Recuerdo que estaba Solano Lima y se decía cualquier pavada. Detrás del escenario había un muchacho que estuvo en (la masacre de) Trelew. Quiso hablar y nadie lo dejó, la gente lo cargaba. Fue todo de última” (5)

En su libro “No Toquen. Músicos Populares , Gobierno y Sociedad / Utopías,  Persecución y listas negras en la Argentina 1960-1983 . El periodista Darío Marchini dice: “Evidentemente no fue un día Peronista. Algunos especulan que esa tarde el poder político comprendió que no podían llevar a los músicos de rock para su molino, y decidió combatirlo, y ya no solo por la longitud de las cabelleras.

Lo cierto es que llegado el golpe, el rock como género musical no figuraba en la lista de cosas y personas que los militares se proponían “aniquilar, reemplazar y erradicar”. No hubo quemas de discos, pero sí discos prohibidos. No hubo músicos desaparecidos, pero sí algunos secuestrados, torturados y amenazados. En todo caso, el rock formaba parte de las actividades culturales que no eran garantes de los valores cristianos de Occidente y que parte del problema era la infiltración de otros valores en los hábitos juveniles. Es ahí donde golpea el proceso, en la acción de interminables razias, infiltraciones a recitales, detenciones arbitrarias por portación de pelo. La música, siempre era sospechosa.

Pero para la militancia de izquierda y sus variantes, el rock tampoco generaba confianza y no representaba a la verdadera juventud. Desdeñado por el nacionalismo popular de comienzos de los 70, que lo tachaba de foráneo (un grado por debajo del neutral extranjero),  el rock era apenas tolerado por aquellos para los que la “conciencia nacional” era un tesoro a ser protegido . No confundamos, muchos militantes de izquierda corrieron a comprar Artud de Pescado Rabioso y a escucharlo con cierta culpa, porque  en el plano de la revolución nacional, la música del pueblo no era-no debía ser- la música progresiva.

Salvo excepciones, a los rockeros se los veía como “adictos inofensivos”, gente un poco ingenua que tal vez no entendía la naturaleza del imperialismo y prefería perderse en las ilusiones de la música en lugar de luchar por un mundo mejor. El pacifismo del rockero, con su prédica romántica de la no violencia, exasperaba al militante de armas llevar. Desde esa visión, el rockero no era reaccionario en la medida que podía serlo un escritor del suplemento literario de  La Nación, pero tampoco parecía del todo convencido de que el futuro del país debía ser nacional y popular. Si liberarse de las cadenas de la dominación significaba darle la espalda al rock inglés, entonces había mucho que discutir (6).

Ese año de 1973, donde por unos meses se respiro un aire de libertad, donde la dictadura que había asaltado el poder en 1966 se retiraba con penas y sin gloria alguna, donde se producen grandes manifestaciones con participación de sectores juveniles, fue el año donde la efervescencia política inundo todo, y el  rock, que en su versión argentina tenía apenas 4 años aproximadamente, no estuvo fuera de ese torbellino. Fue también el año en el que por primera vez una estrella internacional venía a la argentina a tocar. Fueron tres Luna Park, un Cine Metro y un multitudinario concierto en la vieja cancha de  San Lorenzo. Allí Santana deslumbró como lo había hecho años antes en Woostock.

Por supuesto, muchas veces después la política trataría de sumar el voto joven a través del rock, y muchas veces también, habiéndose convertido en música popular, el rock tomaría a través de sus músicos posturas políticas claras y militantes, aunque siempre mantuvo esa mirada anti sistema que no es muy clara en cuanto a qué se opone. Como dice Pepo San Martín, cantante de Científicos al palo: “Mi visión es que el rock se ha mantenido siempre inmune a las cuestiones ideológicas, como si fuera apolítico por definición. Siempre me molestó esa idea de que el rock está contra el sistema, contra una entelequia, pero nunca nombra cuáles son esas cosas que ‘combate’”(7).

  • “Jorge Álvarez ataca de nuevo”. Entrevista de Silvio Santamarina. Revista Noticias, 2010.
  • (3)Historia del rock en Argentina. Marcelo Fernández Bitar. Distal, 1999.

(4)Entrevista de Silvio Santamarina. Revista Noticias, 2010.

(5) “Fue todo de última”. Entrevista a Charly García reproducida en el sitio DosPotencias.

(6) Rock y Dictadura, crónica de una generación (1976-1983) Sergio Pujol , Editorial planeta , sello Booket, 3ra edición.

(7)Pagina 12 , cultura y espectáculos, 21-3-14

  

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