Deconstrucción de un sueño
2018-05-09 Desactivado Por ElNidoDelCucoDesconstrucción de un sueño, de Ignacio Saúl, del libro “Cartas Muertas” (2018)
Ignacio Saúl es escritor de Chubut, residente en Colonia Sarmiento. Su libro Cartas Muertas es el primero editado y contiene cuentos breves, microrrelatos y poesías.
Deconstrucción de un fuego
A Edgar Allan Poe
Ocurrió todo en una fracción de segundos…
(¿¡Cuánto valor puede tener el tiempo en el cosmos de los sueños!?)
El agotamiento lo habían reducido a un cuerpo inerte.
Sentado al borde de la silla, apoyando el torso sobre la mesa,
con un libraco apocalíptico que sostenía, frágil, su cabeza.
Tales incomodidades no pudieron impedir que a su mente
descendiera el más increíble cuadro onírico que jamás pudo haber soñado
aun en febriles delirios.
Era su casa consumida por el rojo sanguinolento de unas llamas,
El fuego llegaban hasta la cima de su techo y brotaba desde
El polo más lejano de la tierra. Flora y fauna era devoraba.
Todo cuanto tocaba se convertía en lúgubre ceniza.
Las nubes se habían desteñido en un tétrico gris escarlata,
el aire se marchitaba y moría en las altas cumbres,
Los árboles más imponentes se desmenuzaban con la sola presión de los dedos.
Las fuentes acuíferas desaparecían en colosales hongos de vapor.
El mundo goteaba cuajarones de glaciares hacia el infinito negro
y elevaba como incienso una densa humareda de tonos grisáceos.
El orbe se resquebrajaba en nuevas fronteras sin necesidad de guerras.
La muerte no distinguía a niños de ancianos, ni justos de pecadores,
Todo cuanto tuvo a su paso le fue entregado a su capricho.
El hombre conocía de la ciencia de los sueños y por tal motivo
tenía total y pleno control sobre este.
El entendía que estaba sufriendo lo que en la materia se conoce como “sueño lúcido”
y que tales imágenes no eran más que frutos de su fatigado subconsciente.
Pero, una gran molestia logró apartarlo de aquel trance,
Sentía en sus oídos el copioso crepitar de maderas ardiendo.
Al momento, toda abertura de su diminuta casa se encontraba
echando bocanadas de un denso humo que brotaban como columnas sólidas al exterior.
Era el inicio de un incendio, era su incendio dentro de otro incendio.
El hombre de aparente calma zen se ha dispuesto salir atravesando
todo fuego, una vez afuera se ha sentado en el álgido suelo salitroso,
De frente a su casa como único espectador de aquel siniestro,
Deseaba contemplar en silencio si la realidad lograba equiparar
mínimamente lo que antes había, Él, soñado.
Era temprano en invierno, En su cuello, el corbatón de seda
revoloteaba como una paloma moribunda.
Sus manos estaban ancladas al suelo. El frío no le preocupaba.
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